Durante toda la semana habían estado anunciando la llegada de un frente polar cargado de nieve: Sibirya soğuğu geliyor! (¡Viene el frío siberiano!). Geldi, Geldi: ahora ya está aquí. La noche anterior a su llegada, los telediarios informaban como si de un asedio se tratara: ¡Atención, aquí en Şişli soplan vientos huracanados! ¡Ya tenemos la nieve en Yenikapı! Estambul se fue, poco a poco, rindiendo a la tormenta y comenzaron las capitulaciones…
Universidad Kadir Haş: Se suspenden los exámenes
Universidad del Bósforo: Se aplazan por dos días.
Universidad de Estambul… (la mía, la mía, la mía)…. Dos días de vacaciones.
Primer día
La calle Öğretmen Hayrullah (parte asiatica) hacia el mediodia del lunes
Sin embargo, el lunes amaneció con mucha menos nieve de la esperada, simplemente Estambul parecía una de esas bolas de cristal que reproducen un paisaje en su interior sobre el que caen ligeros copos de nieve. En manos de un niño travieso. El viento soplaba con tal fuerza que a las finas gotas de nieve les costaba llegar al suelo. Agitadas, pasaban a ráfagas horizontales frente a mi ventana.
El frío era otro problema. Durante la semana anterior habían anunciado que llegaría a -7 grados, así que saqué un termómetro al exterior. El mercurio descendía rápidamente, de los 18 grados del interior a los 10, 9, 8, 7, 6, 5 ...se distinguía perféctamente su frenética bajada 4, 3, 2… El alféizar es inclinado y el amigo termómetro se precipitó al vacío. La comprobación empírica hubo de finalizarse. Pero, de todas maneras, los termómetros no han bajado del grado bajo cero.
Otra cosa es la sensación térmica, debida a la humedad. Según la cadena NTV, en la región de Mármara la sensación térmica varía de los -10 a los -20 grados. En Estambul depende de la mayor o menor proximidad al mar y de los lugares más o menos resguardados por los que uno circule, pero lo cierto es que el viento, la humedad y la nieve hacen que uno sienta mucho más frío que el termómetro.
Hacia las cinco de la tarde Eray y yo decidimos comprobar la situación del puerto de Bostanci. Empíricamente, otra vez. Pasamos por la Avenida Bagdad, en la que la batería de mí camara decidió darse un paseo por el jardín de la casa más tétrica de la zona. La mayor parte de las tiendas seguían abiertas aunque la nieve comenzaba a amontonarse en las aceras.
La Avenida comercial Bagdad
En Bostanci el viento se arremolinaba y escupía la nieve con fuerza arañando la boca, la nariz y los ojos. El frío era realmente intenso. El mar, una masa informe y gris que se confundía con el cielo. La noche, un espectro negro. Uno tenia la sensación de hallarse en el último punto del mundo.
Sólo los barcos con radar tenían permiso para circular. La gente, vomitada por los ferries, corría a refugiarse en cualquier sitio.
Eray y yo decidimos hacernos una foto en nuestro pequeño Polo Norte. Por esas características de la fotografía –y en concreto de mi cámara- necesitábamos un espacio firme donde apoyarla y elegimos un solitario coche junto al muelle de Bostanci. Juro que era un coche solitario y desprovisto de cualquier signo de vida. Estaba colocando mi cámara cuando de repente se escuchan ruidos en el interior, se encienden las luces y sale un joven de aspecto amenazante:
-N’apıyorsun kardeşim?!!
(¿qué coño estás haciendo hermano?)
Así que me alejé a todo correr gritando: Pardon, pardon, pardon…! Ante la cobarde mirada de Eray –no se digno a explicarle en turco lo que pasaba-, decidiendo si hacerse pasar también él por extranjero o seguir descojonándose.
A medida que nos acercábamos a otros coches aparentemente desprovistos de ocupantes se encendían las luces o el motor en señal de advertencia. ¡Nadie me había avisado de que los estambuleños usan el muelle de Bostanci para hacer…!
Al final conseguimos la foto en el muelle de Bostanci
Segundo día
La nieve ha cubierto la calle Öğretmen Hayrullah
El segundo día la nieve tomó una consistencia más azucarada, glassé, sobre los coches y las cosas. Taksim era una mezcla de sal, nieve y gente corriendo de un lado a otro, arrastrados por el viento, por las prisas o, tal vez, por las ganas de divertirse. En el cine Kar ve Kaplan (El tigre y la nieve), la última película de Roberto Benigni.
Hay pocas cosas tan bellas y tan llamativas para un occidental, como una mezquita cubierta de nieve, como un tigre en la nieve, cosas que para nuestro pequeño cerebro son difíciles de asociar.
-Cásate conmigo Vittoria!
-Cuando veas la nieve caer sobre un tigre
-Entonces vayámonos al Tíbet, allí nieva todo el rato y algún tigre tiene que haber.
-Aquí.
-Ma daaai! ¿En Roma? Ja ja ja, ¿cómo puede nevar sobre un tigre aquí en Roma? Entiendo, no te casarás conmigo.
Sólo decir que, al final, la magia de las películas de Benigni hará que nieve sobre un tigre allá mismo, en las calles de la Ciudad Eterna.
Un vendaval de nieve en la Plaza de Taksim
En Estambul, la Nueva Roma, la nieve volando entre los arcos de la Iglesia de San Pablo, en la calle de la Independencia, suspendida en los sonidos melancólicos de la sempiterna música de Köprüler, daba a la existencia un aire sumo de irrealidad. Apenas un sueño.
La nieve en Istiklal (la calle de la Independencia), con su tradicional tranvia-nostalgia
Tercer día
La nieve no es ya azúcar, ni polvo en una bola de cristal. Es una cortina helada que ha extendido su grueso manto por las calles.
Estos días no paro de comer aceitunas. No sé por qué. En tres días he acabado el medio kilo que compré el pasado domingo. Tampoco puedo parar de beber té. En tres días he bebido entre 6 y 7 litros (a razón de ocho o nueve tazas –grandes, no en vasos de tulipa- por día, en tres días las cuentas salen rápido: 25cl. x 8 x 3 =…).
El frío lo combato a base de mercimek çorbası (cocido de lentejas naranjas), al que le echo guindillas en vinagre (biber tursu) por darle un toque riojano.
Hoy, tercer día, sigue nevando. La nieve es una gruesa costra en la acera. En la calle un vendedor grita Aaaaaaal Siiimit!