17 marzo 2007

Fast Food allaturka

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La comida rápida a la turca gana la partida (El Periódico)
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ANDRÉS MOURENZA
ESTAMBUL Cuando Orhan Pamuk habla de la modernización de Turquía como una mala copia de la cultura occidental que ha provocado la pérdida de la cultura tradicional otomana es, en cierto punto, injusto con su país. Turquía es, probablemente, uno de los países mediterráneos que mejor ha sabido preservar sus tradiciones y su cultura popular a la vez que emprendía un ingente proceso de modernización. Dos elementos son muy importantes en ello: uno es la música; el otro, la gastronomía.
La elaboración de la comida es muy importante en este país, de tal modo que las amas de casa pasan horas y horas delante de los fogones preparando deliciosos platos. Pero los ritmos de la globalización, las larguísimas jornadas de trabajo (hasta 50 o 60 horas semanales) y las enormes distancias en las ciudades de Turquía caminan en una dirección contraria al tempo reposado de la cocina tradicional.
Uno de los resultados es la proliferación de McDonald's, Burger King, Pizza Hut y otras cadenas de comida rápida estadounidense, también en el país euroasiático; pero además, en un ejercicio de ingenio comercial y dialéctica propia de los turcos, han surgido las cadenas de comida rápida a la turca.
Desde la mañana, los vendedores callejeros recorren las calles con bandejas sobre la cabeza repletas de simit, unas roscas de pan cubiertas de semillas de sésamo cuya receta se remonta a la época otomana.
El negocio actual --sin que hayan desaparecido los comerciantes tradicionales-- consiste en grandes cadenas de comida rápida, a semejanza de las americanas, pero cuyos productos proceden de la cocina turca. Simit rellenos de queso o salchichas; bollos con ensalada de tomate, pepino y queso fresco; empanadas de patata, carne o espinacas; dulces de almendras, pistachos o chocolate. "Los clientes nos prefieren a los McDonald's porque aquí te tomas un té y algo de comer por mucho menos dinero, ofrecemos más calidad y es un sabor más turco", dice Muhsin, propietario de una franquicia de la cadena Simit Sarayi (Palacio del Simit).
Pero comer fuera de casa es un rito colectivo mucho más extendido: desde las lokanta (pequeñas casas de comidas) que ofrecen comida casera a un precio mucho más económico que los restaurantes y son frecuentadas por los trabajadores de las oficinas, a los vendedores callejeros de patatas asadas rellenas, bocadillos o döner. Los jóvenes reinterpretan las costumbres dándoles un uso nuevo: por ejemplo, atiborrarse de mejillones rellenos o kököreç (bocadillos de callos picantes de cordero) tras una noche de juerga.Negocios como el de Muhsin han prosperado rápidamente en las grandes ciudades del país, como Estambul, Izmir, Ankara, Van, Trebisonda, Bursa y Adana. Situados habitualmente cerca de sus competidores globalizados, los Simit Sarayi reciben a todo tipo de clientes y en mayor número que las hamburgueserías estadounidenses. La fórmula tiene éxito, e incluso visos de exportación: "A los árabes, a los turcos y a los griegos nos gustan estas cosas, porque ya se habrá dado cuenta de que los turcos y los griegos comemos lo mismo".

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