En las fotos de su juventud, Tayyip sobresale larguirucho y un tanto desgarbado sobre sus compañeros de equipo, con ese aspecto algo embobado que a veces tienen los niños demasiado altos para su edad y que a la postre se revelaría equivocado.
Al exjugador del equipo de la empresa municipal de tranvías se le distingue rápidamente por su pronunciado labio superior apenas cubierto por un mostacho en ciernes, aunque en algunas imágenes no sea tan fácil pues, en estas fotos de los años 70, abundan los bigotes y rizos cardados, cuellos en punta, camisetas ajustadas y pantalones de campana, que en Turquía llaman "de pata española".
Actualmente, Recep Tayyip Erdogan es el primer ministro de Turquía y también el nombre del flamante estadio del equipo de fútbol de Kasimpasa, el "humilde" barrio de su infancia, que en apenas tres temporadas ha ascendido de la tercera división a la primera, con sus buenas dosis de financiación municipal. Y es que el fútbol es algo más que un deporte en Turquía, es una prolongación de cada persona y de sus desdichas y pasiones, las políticas incluidas.
En las manifestaciones por el laicismo que recorrieron el país durante los últimos meses se podían ver pancartas del Grupo Çarsi, la mítica peña del Besiktas: "Los seguidores del Besiktas contra Erdogan". Y es que Erdogan, además de islamista moderado, es un declarado seguidor del Fenerbahçe, quizás la única cosa que mantiene en común con uno de sus mayores adversarios políticos, el jefe del Estado Mayor, Yasar Büyükanit. Este no dudó en aparecer en la portada de varios diarios con toda su familia luciendo los colores azul y amarillo de su equipo tras proclamarse campeones este año.
Orhan Pamuk hizo saltar la noticia el día que le hicieron la pregunta que está siempre en los labios de todo turco: "¿Y usted a qué equipo apoya?". "Al mismo que Atatürk, al Fenerbahçe", respondió el premio Nobel, lo que le causará el aumento de unos cuantos lectores y la pérdida de otros tantos, dependiendo de los colores de cada cuál.
Entre los kurdos se estila más, sin embargo, el otro gran equipo de Estambul, el Galatasaray. ¿Por qué? El día que el equipo rojigualdo jugó en Diyarbakir, en el sureste de Turquía, los seguidores del equipo local recibieron a los de Estambul con pancartas: "Bienvenido Galatasaray, te apoyamos porque Él te apoya". "Él" era Abdulá Ocalan, el jefe del grupo terrorista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y seguidor del Galatasaray.
Aunque la capital de la política turca es Ankara, la del fútbol es, sin duda, Estambul con sus cinco escuadras en la división de oro del campeonato. Pero, en ocasiones, las fronteras entre el fútbol y la política se desdibujan en Turquía, como demostró hace unos días Erdogan al recibir al recién ascendido Kasimpasa. "Llegar a la cumbre es difícil, pero permanecer en ella es aún más difícil", alertó el primer ministro de modo que, en medio de la crisis en que se encuentra sumido su Gobierno, no se supo a ciencia cierta si las palabras eran para el equipo de fútbol o se las dirigía a sí mismo.
Foto: El flamante estadio Recep Tayyip Erdogan del Fútbol Club Kasimpasa.
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