¿Le preparo una mascarilla facial?. Esta pregunta no solo se oye en las peluquerías de señoras, sino que es habitual en cualquier barbería de Estambul ya que, a pesar de lo que se pueda pensar, los turcos son extremadamente presumidos y, tanto hombres como mujeres, gustan de cuidar su aspecto externo.
Un buen mostacho es todo un símbolo de estatus para cualquier turco que se precie, y su mantenimiento no es cosa baladí. A pesar de que Mustafá Kemal Atatürk, el padre de la república turca, se afeitó el bigote en la última etapa de su vida para darse un aire más europeo, esta fue una de sus ideas que menos prosperó.
Los mostachos no solo son un adorno, sino que pueden llegar a marcar la orientación política de cada cual. Por ejemplo, un bigote bien definido que se extiende por debajo de las comisuras de la boca, en un estilo similar al de los moteros estadounidenses, denota una militancia ultranacionalista; mientras que los comunistas prefieren bigotes que caen con un ligero toque desarreglado por encima del labio.
El bigote en ciernes del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, se ha convertido en un modelo a imitar por sus seguidores, a pesar de encontrarse muy lejos de los orgullosos mostachos anatolios, de varios dedos de grosor.
Por lo tanto, las visitas al berber (barbero) o al kuaför (peluquero) son toda una tradición. Y bastante placentera, además. Lo primero que hace el barbero, como todo buen turco, es ofrecer un té --o una cerveza, los más atrevidos-- y cigarrillos a su cliente, mientras charla sobre lo divino y lo humano o entabla un duelo de puyas con alguno de los comerciantes vecinos. Todo transcurre en un ambiente de franca camaradería masculina.
Por eso, lo más divertido, es ver a esos hombres con pinta de patriarca con la cara cubierta de masilla verde para suavizar el cutis. Y es que, aunque entre los turcos todavía predomine el machismo, puede más la coquetería. El cuidado estético del cuerpo, con una tradición de siglos, es algo que no se oculta, al contrario de lo que sucede entre los hombres del resto de Europa.
Jóvenes y viejos se dejan hacer: el barbero extiende la cera en la periferia de las cejas y sobre la barba, sirve otro té y espera que se enfríen los afeites. Paciencia y aguante. El barbero termina su trabajo con las pinzas y quema con un mechero los pelillos que sobresalen de los orificios nasales y las orejas. Loción y masaje.
Las barberías ocupan para los hombres turcos el mismo lugar que el hammam para las mujeres, un espacio donde acicalarse en comunidad. Así no es extraño que después de que a uno le afeiten bien la cabeza, le diga al barbero: "Maestro, páseme también la maquinilla por el pecho". Y así, de esta forma, se acaba igualmente con el vello corporal que con el cabello.
"¿Sabes que en Europa y Estados Unidos les llaman metrosexuales a los que se depilan los sobacos?", le comenta un joven turco a su amigo. "¡Pues que no se piensen que nosotros somos maricas!", le responde afectado el otro.
08 agosto 2007
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3 comentarios:
Muy descriptivo el artículo, cuando te queman con el mechero no veas la peste a pollo asado que deja eso...
A ver, a ver... estas descripciones de bigotes politizados coinciden con modas de los años 70. ¿De verdad hay todavía algún veterano del MHP que lleve los mostachos como Charles Bronson en su época más macarra? Esto es de la época de Kinzer, más bien ;-)
Se ven, se ven aún los bigotes mhpistas, sobre todo entre gente del centro de Anatolia y del sur (excepto en los jóvenes), que es de donde sacan sus votos. Qué tal me quedaría a mí el cambio de la barba por el bigote? :) Los de izquierdistas se ven también, no hace falta más que recorrer las sedes o los locales de los partidos de izquierdas (de izquierdas de verdad, quiero decir).
en cuanto a lo que me comentaba Ogo sobre si la barbería de la que hablo en los dos últimos párrafos es de Kasimpasa o de Tepebasi (que también las he frecuentado) he de decir que es de Cihangir (barrio rico de Beyoglu) y es que me estoy volviendo un viciado de probar las diferentes barberías de la ciudad, todo un lujazo.
Un saludo y felices vacaciones hoca y a tí Ogo también.
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