01 septiembre 2011

ANDRÉS MOURENZA
ESTAMBUL
No hay tregua para la represión en Siria. Ni siquiera, en la festividad musulmana del Aid el Fitr, que comenzó ayer (30 de agosto). Mientras el presidente Bashar al Asad rezaba en la mezquita damascena levantada en honor a su padre, Hafez –quien gobernó Siria durante tres décadas con mano de hierro-, las fuerzas de seguridad reprimían con dureza todo conato de protesta. Al menos murieron siete personas.
La mañana comenzó a calentarse en diversas ciudades de la provincia de Deraa (sur) tras el rezo matinal. Los habitantes se dirigieron entonces a los cementerios –como es tradicional en esta celebración que sigue al mes de ayuno del Ramadán– y las marchas se convirtieron en manifestaciones de repulsa al régimen baazista y su represión. En esta provincia, además, muchas de las tumbas son recientes, pues ha sido la cu- na de las protestas antigubernamentales que comenzaron a mediados de marzo. Solo en la localidad de Deraa se congregaron unas 10.000 personas, según los opositores Comités de Coordinación Local. Sin embargo, la represión fue mayor en las localidades vecinas, más pequeñas, como Injil, donde murieron dos personas. También en Harah, no muy lejos de Deraa, fallecieron otras cuatro, víctimas de los disparos de las fuerzas de seguridad.
MEZQUITAS PROBLEMÁTICAS / La presencia de agentes de paisano de la Mujabarat –la policía secreta– fue numerosa en torno a las mezquitas consideradas problemáticas. En los suburbios de la capital, Damasco, las fuerzas de seguridad también se emplearon con dureza. «Se escucharon disparos de artillería pesada en el distrito damasceno de Qaboun, donde se produjeron 5 heridos», informaron los Comités.
La séptima víctima mortal de ayer se produjo en Homs (centro), otra de las ciudades que más actividad antigubernamental ha registrado en los últimos meses. Cerca de Homs, en dirección norte, tropas apoyadas por carros de combate y vehículos blindados rodearon Rastan, una localidad suní de donde procede buena cantidad de los soldados rasos del Ejército sirio –dirigido por oficiales de la minoría alauí-nusayri a la que pertenece la familia Asad– que han desertado en las últimas semanas. En otra ciudad donde se han registrado deserciones, Deir al Zour, fronteriza con Irak, se han producido combates en los últimos días. Según grupos de derechos humanos libaneses, en los últimos dos días varias decenas de sirios han huido a través de la frontera con el Líbano.
Mientras en la ONU se debate la adopción de una nueva condena al régimen de Asad, un portavoz del Gobierno sirio explicó ayer a periodistas rusos que se ya están aplicando las reformas prometidas por el presidente, que convertirán a Siria en «un país democrático con un sistema multipartidista». Pero los hechos contradicen a las promesas que salen de Damasco.

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