27 agosto 2007
"¡Que se fastidie Hamilton!"
Travestis, modelos & raki

Texto: ANDRÉS MOURENZA
Fotos: AGATA SKROWNEK
Cuando todas las luces de la calle Istiklal se encienden, es el momento de adentrarse en la noche de Estambul. Istiklal es una avenida peatonal que recorre de norte a sur el barrio conocido como Taksim por la plaza que le da nombre. Repleta de históricos palacios, la anteriormente conocida como Ciudad de Pera era habitada por marineros, prostitutas y comerciantes europeos. Excepto en lo que respecta a la nacionalidad de los comerciantes y a los hombres del mar, no ha cambiado mucho: sigue siendo la ciudad de las ilusiones.
Por el lugar pasean desde mujeres veladas y recios hombres anatolios a jóvenes de estética neogótica, travestidos o punks con sus perros. Velos, minifaldas, escotes y camisetas ajustadas conviven de forma inteligente. Hay otros centros para la diversión en Estambul pero ninguno es tan abigarrado y castizo como Taksim.
Toda buena noche comienza con una bella canción cantada por la deliciosa voz de una türkücü (tonadillera tradicional). Juntarse con los amigos en torno a una mesa bien provista de raki y acompañado por un buen surtido de meze (tapas) o de pescado mientras se charla, se canta y se baila es toda una institución.
El mejor lugar para este tipo de reuniones, las noches fasil, son las tabernas de la calle Balik Pazari, recorridas por bandas de música tradicional que acompañan a los comensales. A la misma velocidad que los turcos se llenan el coleto de raki, las alegres melodías del clarinete, la cítara, el laúd y la darbuka aumentan su ritmo y no es raro ver a muchos que terminan la cena bailando encima de mesas y sillas. La juerga continúa en los vecinos bares de Nevizade sentados en banquetas a ras de suelo con una jarra de cerveza Efes Pilsen sobre la mesa. La música se prolonga, en cada local de acuerdo a su ambiente, e incluso bailarinas de la danza del vientre pululan por los bares restregando sus carnes entre los hombres en busca de billetes para sus escotes y poniendo en aprietos a más de una pareja.
Rubias platino, dorados, brillantes son los colores de la noche en los clubes nocturnos a la orilla del Bósforo, a los que hay que optar si se dispone de crédito suficiente. Reina y Sortie son las discotecas más famosas (unos 40 euros por entrada y 15 por consumición) y están situadas en el barrio de Ortaköy.
"¡Esto parece una película de James Bond!", exclama una joven turca al entrar por primera vez a Sortie y ver como los ricos de Estambul llegan al club en lanchas que les trasladan desde sus fastuosos yates. Las discotecas del Bósforo son los puntos de encuentro del famoseo turco y objetivo de las cámaras de los programas del corazón. Incluso uno se puede topar con la nueva adquisición del Fenerbahçe, el exmadridista Roberto Carlos, quien parece haberse integrado rápidamente en el ambiente de la noche estambulí.
Bandejas de fruta, azafatas con bandejas de cigarrillos, anuncios de yates, todo terrenos y deportivos, altos tacones, rubias de escándalo (resulta difícil encontrar a una turca que no lo sea, real o teñida, en estos lugares), modelos, actores, rudos hombres que no pueden ocultar su aspecto de mafioso a pesar de los costosos trajes en que se embuten, ricos hindúes o rusos acompañados por vedetes. Si se quiere sentir como el famoso espía británico, aquí lo tiene todo para vivir una velada plena de glamur y precios astronómicos.
Pero si se prefiere una noche tan agitada como revuelta, es mejor optar por el ambiente crápula de Taksim. En las mil calles que se abren desde la avenida Istiklal, es posible disfrutar de bares con diferentes tipos de música, desde el duro rock anatolio y las canciones desvergonzadas de Duman, al ska de Athena o Kurban, el pop alegre de Aylin Aslim o el sensual de Nil Karaibrahimgil, el dance y el techno industrial. Pero en toda la música turca, también en la moderna, están muy presentes los ritmos tradicionales. Cuando la madrugada y los tragos avanzan, se ve a los jóvenes borrachos bailando entre risas el popular halay, la danza de Anatolia que se ejecuta en corro al sonido de dulzainas y tambores.
Es divertido pasear por las mil callejuelas de Taksim en busca de nuevos garitos, a través de callejones cuyos antiguos palacetes han sido ocupados del primer al último piso por bares y discotecas. En cientos de tejados-terraza miles de personas, sobre todo jóvenes (el 70% de los turcos tienen menos de 30 años), se divierten como si bailar en el techo de la ciudad diese una increíble sensación de libertad y permitiese olvidarse de las mediocridades cotidianas.
Bajos fondos
Pero cuidado con perderse en ciertos lugares donde los edificios pintados de vivos colores no pueden disimular su aire decrépito: chulos, prostitutas, transexuales que se ofertan en las paradas de autobús e incluso algún que otro piso franco de los separatistas kurdos. En los bajos fondos de Taksim, donde el hedor dulzón de la basura acumulada en la calle se mezcla con el olor a fritanga, cantantes ciegos tocan el organillo en locales de mala muerte y cantan melodías para decadentes enamorados a cambio de un sobado billete de cinco liras.
Las noches de Estambul no pueden terminar sin una buena tradición de los jóvenes turcos: lanzarse a devorar los exquisitos mejillones rellenos de arroz que ofrecen los vendedores callejeros o beberse una sopa de lentejas o callos. El estómago está suficientemente lleno y los ojos hinchados por el alcohol ya no permiten ver nada más que un extraño juego de luces en movimiento, los gestos de la gente se asemejan a las marionetas de sombras turcas Karagöz. El sonido de un casete con la voz grabada del muecín llamando a la oración acompaña el caminar de los últimos noctámbulos, los gatos se adueñan de las aceras. Raya el alba. Es hora de irse a la cama.
EL RAKI, LICOR NACIONAL DE TURQUÍA
El raki es un licor anisado típico de Turquía que rebajado con agua adquiere un color blanquecino que le hace ser conocido como la leche del león. El raki es tan importante en Turquía que la reciente propuesta de la Unión Europea para que Turquía establezca los impuestos de las bebidas en base a su graduación alcohólica ha despertado un mar de quejas ya que elevaría su precio el 14% al equiparar el licor turco, de 40 grados, a otras bebidas como el whisky. "Consumir raki junto a las comidas es un placer, pero ¿quiere la UE que bebamos whisky en las comidas?", critica Erdogdu Sentürk, un productor licorero.
Turquía es un país musulmán, sí, pero el alcohol está bien presente en buena parte del país. "Comer cerdo es un pecado como dice el Corán, pero el alcohol- bueno, eso es otra cosa", afirma contemporizador Cengiz, un joven turco que, como tantos otros, aprovecha el fin de semana para perderse en la algarabía de Estambul.
Incluso se sospecha que Mustafá Kemal Atatürk, el padre de la actual Turquía, falleció a causa de una grave cirrosis, aunque se debe tener mucho cuidado a la hora de sacar este tema en una conversación con un turco. Lo cierto es que Kemal Atatürk, como muchos otros turcos, amaba sentarse junto a sus amigos a comentar la existencia con un vaso de raki en una mano y el cigarrillo en la otra.
Los habitantes del altiplano
Al contemplar las solitarias paradas de autobús cubiertas de descoloridos carteles electorales, uno se da cuenta de que se adentra de lleno en el mundo rural. Si se pasa demasiado tiempo en Estambul o en Ankara, conviene huir de vez en cuando de los perennes atascos, de la polución y del bullicio extremo y, como dicen los turcos de ciudad, "subir a la yaylaaltiplano a tomar oxígeno". El objetivo de esta excursión es Niksar, una ciudad de 40.000 habitantes en la llanura que forma el río Kelkit, en la frontera entre la Anatolia Central y el Mar Negro. La zona ha sido siempre un cruce de caminos, ahora de líneas de autobús, entre las rutas del otrora Imperio Otomano que conectaban las posesiones orientales en Irán con Estambul. Los habitantes de esta zona proclaman orgullosos que su ciudad ha visto el paso de 15 civilizaciones (desde los griegos y los romanos a los danishmend y los otomanos) y ha sido capital de reinos e imperios en tres ocasiones, con su consiguiente herencia de bellas construcciones. Pero a medida que uno comienza a ascender a la yayla --pasando de 350 metros de altura a 1.300 en apenas 20 minutos--, el paisaje humano y natural cambia por completo. La naturaleza se vuelve agreste, los regatos de agua purísima descienden entre bosquecillos y el aire sopla fresco aun en pleno verano. Los campesinos y los pastores viven en su tiempo aparte, el del campo, marcado por las estaciones y el regreso, de tanto en tanto, de los hijos pródigos que hicieron carrera en la ciudad. Últimamente, las yaylas turcas tienen nuevos habitantes: con el desarrollo económico, la gente de la ciudad comienza a comprarse chalets a donde van a hacer sus "curas de oxígeno". Es la "cultura de la yayla": "Se viene al altiplano y debe de ser por el oxígeno, pero se come y se bebe bien y se duerme mejor", dice Nursen, residente capitalina. La vida tradicional de la yayla difícilmente cambia a pesar de la llegada de nuevos residentes. En Özalan, donde habitan grupos de alevís (chiís heterodoxos), las paredes del café continúan adornadas con imágenes kitsch del profeta Alí y de los 12 imanes del islam y se vota, tradicionalmente, por los socialdemócratas. En el interior, verdes valles que recuerdan a la estampa de la Galicia profunda, donde los campesinos crían vacas entre campos de maíz y reciben al visitante con el agudo sonido de la zurna (dulzaina) y los tambores. La yayla reserva sus secretos en sus zonas más altas, de nombre tan extraño como la Meseta del Jueves, cubiertas de verdes prados y de aire inhóspito aunque sobrecogedoramente bello, solo disturbado por alguna muchacha que guía a los animales de vuelta a casa. El día de fiesta, la yayla cobra vida cuando todos los habitantes de la provincia se reúnen en torno a una gran campa: los de la ciudad en vaqueros y gafas de sol, las mujeres de los pueblos con sus mantillas de flores al aire y las jóvenes de la montaña con sus velos cuidadosamente bordados. Viendo el abigarrado colorido que se forma y escuchando la alegre música del Mar Negro, uno se olvida por completo del estrés y de los bocinazos de Estambul. Debe de ser también por el oxígeno.
20 agosto 2007
Yo no soy racista pero....
El ministro-presidente del estado de Baviera (Alemania), Edmund Stoiber (en la foto), es un tipo divertido. Stoiber es además el presidente de la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera, lo que viene a ser la versión cristiana del islamismo moderado.
El 'cristianista moderado' Stoiber se desmarcó el otro día con unas declaraciones muy interesantes sobre los inmigrantes musulmanes en su país publicadas por los diarios Welt am Sonntag y Berliner Morgenpost. Vino a decir algo así como que "los alemanes quiere vivir en un país tolerante con las religiones" pero que "no quieren mezquitas más grandes que las iglesias". Muy bien Stoiber, eso es tolerancia. Lo que sucede es que estas declaraciones recuerdan mucho a esas frases de "Yo no soy racista pero...". El rapero congoleño-español Frank-T lo redondeaba en una buena canción con "... pero a los moros y a los gitanos no los quiero ni de vecinos".
El debate en torno a la integración de los inmigrantes musulmanes en Europa está rodeado de una hipocresía que me saca de quicio, a mí que vivo en un país musulmán que me ha acogido sin problemas, facilitando mi integración.
Frank T, rapero hispano-congoleño cuyas canciones llaman la atención sobre el racismo cotidiano. A un amigo mío, sus padres, extremadamente cristianos, le prohibían escucharlo más de una vez a la semana porque decía demasiadas palabrotas.
Las relaciones jefe de estado-militares en el nuevo periodo
El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, ante un retrato de Ataturk, el jueves. Foto: AFP / ADEM ALTAN "No puedo hacerme el sordo ante el mensaje que ha enviado la gente", afirmó Abdulá Gul tras la mayoría absoluta conseguida por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) en las elecciones del pasado 22 de julio. En la campaña electoral, el PJD esgrimió el bloqueo a Gul como candidato a la Presidencia de la República por parte de los militares y la oposición como un ataque a la democracia, así que los islamistas moderados no podían menos que volver a proponer al todavía ministro de Asuntos Exteriores como candidato a la jefatura del Estado. "La gente votó contra las injerencias del Ejército", opinó el columnista Cengiz Çandar. Pero la cuestión de quién ocupará el palacio presidencial no es baladí para los militares, ya que se trata de un puesto tradicionalmente ligado al laicismo y, además, el presidente es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. No es un secreto que los militares están descontentos con la nueva nominación de Gul y, el jueves, el jefe del Estado Mayor, Yasar Buyukanit, se reafirmó en sus declaraciones de que desea a un presidente "que defienda el laicismo en esencia y no solo de palabra". INQUIETUD Tras su reelección como candidato, Gul intentó templar los ánimos: "La protección del laicismo y la imparcialidad serán mis objetivos como presidente. Los principios de la Constitución serán mi guía". Pero los militares siguen inquietos, apoyados por el principal grupo de la oposición, el Partido Republicano del Pueblo (PRP). Los generales turcos, con una importante tradición golpista, publicaron el 27 de abril el llamado "memorando electrónico" dirigido contra la primera candidatura de Gul a la presidencia. Pero el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan fue el primero de la historia turca en reaccionar con dureza a una advertencia militar y recordó al Ejército que debe lealtad al primer ministro. "La victoria del PJD en las elecciones del 22 de julio no ha cambiado la opinión del Ejército respecto a Gul, pero ahora los militares saben que no pueden intervenir tan fácilmente porque no pueden ir contra la voluntad popular, así que no espero un nuevo golpe de Estado ni un nuevo memorando", explicó a este diario Lale Sariibrahimoglu, especialista en temas castrenses del rotativo Today's Zaman. PERIODO PELIGROSO La elección de Gul como presidente creará algunas tensiones, eso sí. "Los militares no acudirán a las recepciones del nuevo presidente y mandarán a oficiales de bajo rango para intentar desacreditar a Gul", vaticina Sariibrahimoglu. Los políticos del PRP actuarán del mismo modo y han anunciado que boicotearán de nuevo la votación presidencial. "Gul no respeta los principios básicos de la República, ni el laicismo ni los acuerdos nacionales. Es el comienzo de un peligroso periodo. En 10 ó 20 años, cambiará el aspecto de Turquía hacia un islam más conservador", auguró el líder del PRP, Deniz Baykal. Pero el resto de la oposición ha decidido esta vez optar por una actitud más moderada y no unirse al boicot del PRP. "Hemos hecho todo lo posible para bloquear la presidencia de Gul, pero ya no hay modo de pararlo", se lamentó el vicepresidente del CHP, Mustafá Ozyurek. Con el anuncio de los ultranacionalistas del Partido de Acción Nacionalista (PAN) y los kurdos del Partido de la Sociedad Democrática (PSD) de que participarán en el proceso parlamentario de elección presidencial que empieza el lunes, se deshace la posibilidad de que una falta de quórum impida seguir las votaciones, como ocurrió en abril. COLABORACIÓN KURDA "Nuestro partido no hace política a base de crear crisis", señaló Mehmet Sandir, vicepresidente del PAN, partido que considera que el PJD, como vencedor en las urnas, tiene derecho a postular a la Presidencia a quien quiera. También los kurdos del PSD se muestran dispuestos a colaborar, lo que enfurece al Ejército y a los círculos laicos: los islamistas y los separatistas, trabajando codo con codo. "La candidatura de Gul es respetuosa con la Constitución", dice Sariibrahimoglu. Y el "peligro islamista" es más un fantasma que una realidad: según las últimas investigaciones, en Turquía cada vez menos mujeres llevan velo.
08 agosto 2007
La foto de la tolerancia
Una foto que sorprendió gratamente a todos: el líder de los ultranacionalistas turcos, Devlet Bahçeli, y el de los nacionalistas kurdos, Ahmet Türk, intercambian un cortés saludo.
Los kurdos evitan los desplantes al iniciarse la legislatura turca (El Periódico, 05/08/07)
Su mascarilla facial, señor
Las relaciones gobierno-militares tras las elecciones


