Diyarbakir
“Cîhaneke din jî pêkan e”, es decir “Otro mundo es posible” en lengua kurda, es el lema que recibe a los visitantes del primer Foro Social de Mesopotamia, organizado entre el 26 y el 29 de septiembre por la alcaldía de Diyarbakir y diversos movimientos sociales. En los jardines del Sümerpark se codean hombres vestidos al estilo de los peshmerga kurdos con militantes izquierdistas europeos y latinoamericanos, niños de la calle que piden limosna, feministas turcas y kurdas, simpatizantes de la causa kurda en general (algún que otro gallego, catalán y vasco) y unos pocos representantes de grupos palestinos pues, aunque el foro sea destinado a los pueblos de estos lares, árabes y kurdos no se llevan precisamente bien.
En una ciudad como Diyarbakir, la capital oficiosa de los kurdos de Turquía, donde el sentimiento de sentirse observado por los múltiples cuarteles del ejército y la Gendarmería es constante, la organización de un Foro Social es un acto de rebeldía de un Ayuntamiento dominado por los nacionalistas kurdos y que recibe desde hace años un apoyo mayoritario de la población. Por toda la ciudad cuelgan pancartas en kurdo, en turco y en inglés con palabras del carismático alcalde de Diyarbakir, Osman Baydemir, dando la bienvenida a los participantes.
Durante muchos años, los nacionalistas turcos se esforzaron por demostrar que el kurdo no era sino un dialecto del turco, lo cual es incorrecto pues proviene de la familia persa, o que los kurdos hablaban así de raro por influencia del sonido de sus pisadas en la nieve. Cualquier excusa era buena para mantener la lengua vetada. Pero a partir del levantamiento de su prohibición, en 1991, y sobre todo, tras el fin de la legislación de emergencia en las provincias kurdas en 2002, la situación se relajó y la lengua kurda experimentó un resurgimiento.
El kurdo salió del armario y hoy, en las calles de las provincias surorientales de Turquía, es la lengua más escuchada, aunque sea, en muchas ocasiones, mezclada con términos turcos pues la falta de una enseñanza reglada en este idioma juega en perjuicio de su corrección. En las tiendas de discos, los apartados dedicados a la música en kurdo son ya mayores que los dedicados a ritmos en otras lenguas, y algo parecido ocurre con el cine. En el segundo mayor festival de cine de Turquía, el de Antalya, competirá este mes la película Min Dit, rodada íntegramente en kurdo y que también participa en San Sebastián. Además, filmes que tratan el conflicto desde el punto de vista de los kurdos como Bahoz (La tormenta) o Günesi Gördüm (He visto el sol) han sido éxitos de taquilla durante el último año, no sólo entre los kurdos sino en todo el país y, de hecho, ésta última cinta ha sido elegida para representar a Turquía en los Oscar.
“Lo hemos pasado muy mal, ha habido torturas y no podíamos vivir nuestra cultura. Ahora, los kurdos, en el este, vivimos tranquilos, pero cuando sales fuera te tratan mal. Yo tenía un profesor que era nacionalista turco y siempre me suspendía”, explica un joven de voz suave. Él tuvo que dejar su región natal no por gusto, sino para esconder su homosexualidad. Después de todo, a pesar de estar experimentando un cambio, la región kurda de Turquía sigue siendo un lugar pobre y atrasado, donde el peso de la tradición no hace de la vida un juego fácil.
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