11 junio 2010

Ajedrez turco en Oriente Próximo (El Periódico)

Incluyo aquí una versión extendida del artículo aparaecido el pasado día 6 de junio en El Periódico de Catalunya.

Una alianza rota en mil pedazos

ANDRÉS MOURENZA

Estambul

¿Qué hace un niño palestino acarreando un retrato de Recep Tayyip Erdogan por las calles de Gaza? En los últimos años las fotografías del primer ministro turco y las banderas de Turquía se han sumado a la panoplia de símbolos que se enarbolan en las manifestaciones de Oriente Próximo. ¿Por qué?

Los sucesivos encontronazos entre los gobiernos de Ankara y Tel Aviv en los últimos meses han llevado a un enfriamiento de las relaciones entre ambos países, que antaño formaban una sólida alianza, y a un escoramiento pro-palestino del gobierno turco. El violento asalto israelí a la Flota de la Libertad, que navegaba bajo bandera turca, ha llevado casi a la ruptura total. “Esta vez no ha sido como en Davos -cuando Erdogan y el presidente israelí Shimon Peres protagonizaron una airada discusión-, aquí ha habido sangre”, sostiene el presidente del think-tank TÜRKSAM, Sinan Ogan.

La alianza turco-israelí se forjó al calor de la Guerra Fría. Ankara fue la primera capital musulmana en reconocer la existencia del estado hebreo, en 1949, y ambos países se convirtieron en dos peones fundamentales de la estrategia de Estados Unidos en la zona. En la década de 1990, Israel colaboró con Turquía en la lucha contra el grupo armado kurdo PKK.

“El mundo ha cambiado e Israel ya no tiene tanta importancia estratégica para nosotros como antes”, decía meses atrás el responsable de política exterior del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), Suat Kiniklioglu: “No es que Turquía haya dejado de mirar a Occidente para mirar Oriente, simplemente hemos diversificado nuestras relaciones diplomáticas”. Los analistas consultados por este diario coinciden en señalar que tras el abordaje a la flotilla había algo más. “Al atacar un barco de bandera turca, Israel está enviando un mensaje a Turquía sobre su política exterior”, opina Kaan Dilek, del Instituto de Pensamiento Estratégico (SDE).

Desde la llegada al poder del AKP (islamista moderado), el profesor Ahmet Davutoglu, actual ministro de Asuntos Exteriores, ha ingeniado una nueva diplomacia que algunos definen como “neo-otomana”, es decir, que intenta recuperar la influencia de Turquía en los territorios del antiguo Imperio Otomano. Y Oriente Próximo es uno de ellos. “Ankara ha mediado en Irak y Líbano para solucionar sus problemas locales. También ayudó a Siria a integrarse en la comunidad internacional y trato de que Tel Aviv firmara la paz con Damasco. Israel tampoco puede soportar que Ankara haya contribuido a llegar a un acuerdo sobre el contencioso nuclear iraní”, explica Taha Özkan, del centro de investigaciones SETA. “Turquía se ha convertido en un poder regional”.

La invasión israelí de Líbano en 2006 y el ataque a Gaza en 2008 dieron al traste con los esfuerzos turcos por avanzar en la paz de la región y también provocaron la suspensión de una iniciativa de la Cámara de Comercio de Turquía para revitalizar la zona industrial de Erez (Israel) y dar trabajo a los palestinos de la asediada Franja de Gaza.

Hasta ahora, el eslabón más resistente de la alianza turco-israelí eran las relaciones entre sus respectivos ejércitos. Buena parte de los 2,5 millones de dólares de volumen comercial se los lleva la compra de material militar israelí por parte de los generales turcos. El ejército turco vigila su montañosa frontera con Irak, que utiliza el PKK para infiltrase en el país, con aviones no tripulados Heron de fabricación israelí. Los militares judíos hasta ahora entrenaban a sus pilotos en el espacio aéreo turco, en las maniobras Águilas de Anatolia.

Pero la alianza también parece haberse roto por este eslabón. Esta semana, en declaraciones a la cadena NTV, el general turco retirado Necati Özgen consideraba el abordaje israelí “una declaración de guerra”. Aunque el gobierno turco se apresuró a negar que fuese a enviar barcos de guerra a la zona, sí que corroboró que las relaciones se verán reducidas. Los 400.000 turistas israelíes que cada año visitan las costas y bosques de Turquía, buscarán otros lugares, y tampoco los turcos podrán visitar fácilmente Israel ya que su embajada ha informado de que no les concederá visados al menos en un mes.

Muchos árabes han comenzado a ver al primer ministro turco como el único líder regional capaz de plantar cara a Israel, mientras sus propios gobiernos callan ante el sufrimiento palestino. Además, al contrario que la mayoría de regímenes árabes, Erdogan representa a un país democrático con una economía cada vez más desarrollada. “Si EEUU no hace nada por detener este tipo de comportamientos de Israel, también él perderá toda su legitimidad en Oriente Medio”, cree Özhan. Turquía se siente fuerte.

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