Hace tres años, en el que fue el último intento serio de intervención de las Fuerzas Armadas en la política de Turquía, el rudo general Yasar Büyükanit hizo público el malestar de los militares por la posible elección como presidente del islamista moderado Abdullah Gül a través de un comunicado que colgó a medianoche en la página web del Estado Mayor. Fracasó estrepitosamente y algunos lo bautizaron como el e-golpe. Nadie puede dudar de que Turquía se desarrolla a pasos de gigante en las telecomunicaciones.
Los turcos descubrieron la red social Facebook mucho antes de que se hiciese popular en España. Durante un año, los usuarios de Turquía encabezaban la lista por ver quién creaba más grupos, especialmente dedicados a su fundador, Mustafa Kemal Atatürk, pero también al licor nacional, el raki, o a mil y una protestas. Hoy es el cuarto país con más usuarios: 22,5 millones, solo por detrás de EEUU, el Reino Unido e Indonesia. Uno de cada tres turcos se ha abierto una cuenta en la red social, bien sea desde su ordenador personal, su oficina o los miles de cibercafés que se extienden desde la aldea más cutre de la Anatolia rural a los barrios más chic de Estambul.
Esta imagen de los turcos informatizados choca con la merecida fama censora de ciertas autoridades del país. Desde que en el 2007 se desató un guerra virtual entre internautas nacionalistas griegos y turcos en la web de vídeos Youtube, los jueces de Turquía han ordenado el bloqueo de la popular página varias veces; tantas que los turcos se han habituado a su prohibición. Pero, inconformistas ellos, comenzaron a publicar en la prensa trucos que permiten burlar el bloqueo de las web censuradas. Incluso el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, en su habitual estilo soltó: «¿Qué pasa? Yo entro en YouTube, entrad también vosotros». Las visitas se multiplicaron y, pese a la prohibición, YouTube es la quinta web más visitada.
Sin embargo, en las últimas semanas la censura ha vuelto a la carga al expandir el bloqueo a varias utilidades de Google (propietario de YouTube), levantando el temor de que Turquía pueda acabar en el mismo saco que China o Corea del Norte. Una de las reacciones más duras contra las nuevas restricciones llegó del presidente de la República.
No ofreció una rueda de prensa, ni convocó a los periodistas que le siguen habitualmente. No. Usó su cuenta en Twitter: «Buenas noches a todos. A causa de mi apretada agenda no he tenido mucho tiempo de escribir. Pero quiero compartir con ustedes mis opiniones sobre varios temas –posteó a las 20:53 del pasado 10 de junio–. Estoy absolutamente en contra de la censura en internet. He pedido que se busque una solución. Si hace falta, cambiaremos las leyes». De un fracasado e-golpe como el del 2007, no extraña que haya surgido un e-presidente.
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