El ataque a los informadores de la flotilla fue "una violenta violación de los derechos humanos básicos y del derecho a la información", ya que se les requisó el material filmado, las cámaras de vídeo y fotografía, los libros y los documentos que poseían.
Además, fueron retenidos contra su voluntad, sin que se les permitiera telefonear o ponerse en contacto con abogados ni asociaciones de periodistas.
"He estado en situaciones peligrosas en otras ocasiones, pero es la primera vez que me secuestran mientras hago mi trabajo", se quejó el periodista alemán Mario Damolin, que en el momento del abordaje colaboraba para el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Añadió que el valor del material y los equipos "robados" por el ejército israelí asciende a un millón de dólares.
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El italiano Manolo Luppichini aseguró que su cartera no le fue devuelta y enseñó un documento bancario que demuestra que sus tarjetas de crédito fueron usadas los días posteriores al abordaje de la Flotilla, mientras él estaba preso, en territorio israelí.
"Israel sabía que quien gana la guerra informativa gana la guerra y por eso lo primero que hicieron (los soldados israelíes) durante el abordaje fue bloquear los satélites" que portaba el barco Mavi Marmara y requisar el material filmado, dijo Lee.
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