01 diciembre 2005

Por el interés te quiero… en la UE

Envoltorio de la marca española Dia etiquetado en cuatro lenguas. Frabricado en Getafe

Turquía ya está entrando, poquito a poco, en la compleja estructura de la Unión Europea, como lo demuestra este envoltorio de chocolate blanco de la empresa española Dia. Esta marca de supermercados ha comenzado a añadir el turco en su etiquetaje para los países del sur de Europa. Turquía ya puede sentirse orgullosa de pertenecer al furgón de cola de la UE: España, Portugal, Grecia y, ahora, Turquía.

Turquía es un pastel lo suficientemente grande como para que las empresas europeas lo dejen escapar. Y la UE sabe todas las ventajas que la incorporación de este país llevará consigo y si ha comenzado las negociaciones es porque sabe que va a terminaralas (puestos a plantear adhesiones irresolubles se podría haber intentado con Sierra Leona o con Zaire). Las pegas opuestas a Turquía son un modo, bastante rastrero a veces, de forzar al país a situarse en una posición de inferioridad en los negociados y no conseguir, así, todas las contrapartidas de un país miembro. Turquía ya forma parte de la Unión Aduanera, desde 1996, cuando el Gobierno de la primer ministro Tansu Ciller levanto los aranceles, de forma precipitada y sin exigir promesas firmes a la UE, unas promesas que no han llegado hasta ahora.

Un mercado de casi 70 millones de personas, en su mayoría jóvenes, y libre de barreras de entrada es demasiado suculento. Y más en este momento, cuando los criterios de adhesión de la UE están forzando al estado turco a privatizar la mayor parte de su economía, con importantes sectores en manos de empresas públicas –‘¡este Gobierno ha privatizado en tres años más que el resto de gobiernos en toda la historia de Turquía!’, anuncia jubiloso cada dos por tres el ministro de Economía de cara ovoide, Kemal Unakitan, un hombre que aparece henchido de satisfacción en todas sus fotografías.

Estas privatizaciones benefician a los grandes empresarios turcos (Koç, Sabanci) o bien a grandes corporaciones internacionales (como fue el caso de la adjudicación del puerto de Gálata al israelí Offer Group o la construcción de dos grandes rascacielos a la Dubai International Properties, dos proyectos que más tarde fueron cancelados). Pero el camino de la adhesión abre inmensas posibilidades a las empresas europeas que podrán adjudicarse golosos contratos y terminarán haciéndose con el control de buena parte de la economía turca.

No en vano, la empresa vasca CAF, ha sido encargada de la fabricación de los trenes de alta velocidad en la línea que unirá Ankara y Estambul en 2008.

Por ahora las empresas europeas podrán hacer su agosto con el nuevo mercado turco. Los turcos, sin embargo, no podrán ejercer sus derechos como europeos hasta dentro de diez o quince años. Contentémonos, por el momento, con comer chocolate en turco.

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