24 octubre 2010

Domingo de puente sobre el Bósforo (El Periódico)

Si no se dispone del bastón de Moisés, cruzar caminando de Europa a Asia o viceversa resulta imposible en Turquía, pues los dos continentes están separados por franjas marinas: el mar de Mármara y los estrechos del Bósforo y los Dardanelos. El único modo de salvar la distancia intercontinental es en transbordador o a través de los puentes gemelos sobre el Bósforo, ambos en Estambul.

Pero en estos puentes, inaugurados en 1973 y 1988, solo se permite el tráfico rodado. Un amigo de visita en la ciudad trató ufano de cruzarlo y, tras varias horas de caminata hasta la entrada del puente, un vendedor de crepes le disuadió informándole de que los peatones tienen prohibido poner un pie sobre la estructura de cemento y acero por miedo a que, como ya ha ocurrido, los suicidas aprovechen sus más de 100 metros de altura para hundir su existencia en las aguas del estrecho.

Solo hay dos posibilidades de cruzar el puente del Bósforo. La primera, tan improbable como hacerse con la varita mosaica, es ser Bono, el cantante de U2, a quien antes de su concierto del 6 de septiembre se le permitió pasear sobre el estrecho junto a las autoridades turcas. La otra se presenta cada año, a mediados de octubre, cuando se celebra el Maratón Intercontinental Euroasiático, que este domingo cumplió su 32ª edición.

Dado lo especial de la ocasión, los estambulíes afluyen en masa. No tanto al maratón propiamente dicho, de 42 km y reservado a los atletas, o a la prueba más asequible de 15 km, sino sobre todo a la carrera popular de 8 km, en la que más que de correr se trata de aprovechar la excelente ocasión de vivir uno de los puentes más simbólicos del mundo.

Familias enteras, colegiales con el uniforme de su escuela, asociaciones de inmigrantes de las más remotas provincias del país, grupos enarbolando banderas de Turquía y pancartas con peticiones políticas y ruidosas peñas de los equipos de fútbol. En total, una riada humana de más de 100.000 personas que, desde la salida en el barrio anatolio de Altunizade hasta la meta junto al estadio del Besiktas europeo, deja estampas de lo más variopinto. Por ejemplo, la de unos adolescentes que, en medio del puente, plantan su tablero de backgammon para echar una partida, o unas mujeres ataviadas a la manera tradicional que comparten un pastel de cumpleaños en mitad de la carretera. Otros bailan y cantan en corro y casi todos quedamos estupefactos al comprobar cuánto se bambolea el puente colgante, tanto que marea ver cómo las farolas de la mediana asemejan juncos mecidos por el viento. Llegar a tierra firme resulta un alivio.

«¿Sois de los que corren?», pregunta Erol, camarero de un restaurante cercano a la céntrica plaza de Taksim, al vernos regresar sudorosos: «Por vuestra culpa he llegado tarde al trabajo. Tenía que entrar a las 11 y como todas las calles estaban cortadas por el maldito maratón, he llegado a las 13.30. ¿El ayuntamiento no se da cuenta de que en una ciudad como Estambul no se pueden hacer carreras porque le fastidias la vida a cinco millones de personas? ¡Que se vayan a correr fuera de la ciudad!». Un domingo de puente también tiene sus inconvenientes.

3 comentarios:

llambreig dijo...

Gracias por tu reportaje sobre el terrorismo "de baja intensidad" de los anarquistas griegos la semana pasada, aparecido en El Periòdico hoy mismo. Saludos cordiales.

(http://is.gd/gQ3sF)
(http://www.porcar.net/?p=7117)

Andrés Mourenza dijo...

Me alegro de que te haya interesado. Yo disfrute mucho investigando estos casos durante la pasada semana, y aunque agradezco que El Periódico me diese una página entera para el reportaje, aún podría haber escrito mucho más. Quizás en breve publique el artículo ampliado en este blog.

Salut i graciés per haver fet una resenya al teu blog.

llambreig dijo...

Gràcies a tu. Espere l'article i t'afegisc als meus enllaços. Salut!