- • Turquía invade con telenovelas de éxito las cadenas de TV de Oriente Próximo
"Tengo que hacer esta cama al menos 10 veces al día", explica con gesto de fastidio Arda, uno de los guías del palacete de Mehmet Abut Efendi de Estambul, mientras estira cuidadosamente los edredones de un lecho del siglo XIX. Por esta mansión decimonónica pasan cada día unas 200 personas de diferentes países árabes y todos quieren tumbarse un momento en la misma cama que sus estrellas de televisión favoritas: los protagonistas de la serie turca Gümüs (Noor en su versión árabe). En este palacete de ensueño, situado a la orilla del Bósforo en la parte asiática de la metrópolis turca, se rodó hace unos años Gümüs, una telenovela más de las decenas que cada noche llenan la parrilla televisiva de Turquía. La serie combina, como casi todas las producciones turcas de este género, amores platónicos, terribles celos, hijos fuera del matrimonio, escarceos amorosos e infidelidades, divorcios, abortos (cuya práctica es más fácil en Turquía que en España), drogas y mafia. Curiosamente, al principio pasó sin pena ni gloria por las pantallas turcas, pero cuando en abril de este año, doblada al árabe en Siria, se estrenó en varios países de Oriente Próximo, obtuvo un éxito sin parangón. Cada noche, en Arabia Saudí, entre 3 y 4 millones de personas (la población total es de unos 28 millones) se sientan delante de sus televisores para disfrutar de los amores de Noor. Esta adicción une a televidentes árabes (sobre todo mujeres) desde las azotadas calles de Gaza a los rascacielos de cristal de Qatar; desde el conflictivo Líbano a la tranquila monarquía jordana. Como en muchos otros lugares del globo, la mayoría de las telenovelas en Oriente Próximo eran hasta hace poco de origen suramericano, pero los espectadores parecen haberse cansados de las vicisitudes de María Mercedes y otras de parecido nombre compuesto y las series turcas comienzan a hacer furor. Puede que una de las principales razones sean los ojos de un profundo azul del rubio Kivanç Tatlitug (en el papel de Mohannad), actor turco de origen balcánico y elegido Best Model of the World en el 2002, definido por un diario saudí como "una adorable versión de Justin Timberlake" y "el epítome del esposo romántico y que apoya a su mujer, una figura ausente en Oriente Próximo". Modelo occidental También las mujeres árabes se sienten atraídas por Noor (interpretada por la actriz turca Songül Öden), vestida a la occidental, emprendedora y que se planta ante su marido y le recriminarle sus faltas con "una personalidad admirablemente decidida", según escribió Amira Salah-Ahmed en el rotativo egipcio Daily News. "Me gusta como Noor consigue ser una empresaria independiente y de éxito y cómo la dulzura de su carácter hace que todos la amen y respeten", explica a EL PERIÓDICO Lubna Adil, una joven egipcia. Hace unos meses, Mona Al Shazli, presentadora del programa de entrevistas egipcio 10 P.M, ofreció datos que relacionaban el aumento de los divorcios en los países del Golfo con el auge de la serie: algunos de ellos son simples arrebatos de celos de maridos que ven a sus mujeres colocar la imagen de Tatlitug en sus móviles, otro fruto de la visión más liberal que transmite la serie. "Me alegro de que los hombres árabes tengan que tragar con lo que sufrieron sus esposas durante la invasión de Haifa y Nancy (dos populares y bellas cantantes libanesas): los hombres se volvieron locos por ellas, los divorcios aumentaron y la cirugía plástica se disparó. Ahora saben lo que se siente", explica con sorna la bloguera egipcia Zenobia en sus Egyptian Chronicles. Pero el prestigio de Noor no satisface a todos. El 27 de julio, el gran muftí de Arabia Saudí emitió una dura fatua: "No está permitido ver series turcas, pues están repletas de maldad, cosas diabólicas e inmoralidad en cuestiones de las que solo Dios conoce la verdad", dijo, y el Ministerio de Comercio saudí va a retirar las populares camisetas que se venden con la efigie de los protagonistas. Clubs de fans Aún así, estas cuestiones poco parecen importarles a los millones de árabes que cada noche reciben la serie por satélite o los que discuten sobre ella en miles de páginas de internet. Solo en la web de relaciones sociales Facebook se han formado unos 90 grupos de entre 500 y 70.000 fans cada uno. Y es que, como explicaba hace unos años la feminista marroquí Fátima Mernissi, la revolución social en los países árabes se está produciendo gracias a la ruptura de fronteras (hudut) de las nuevas tecnologías. Aunque algunos de los visitantes del Palacete de Mehmet Abut Efendi le preguntan extrañados a los guías si "los protagonistas de Noor son de verdad musulmanes" (que sí lo son), lo cierto es que son cada vez más los árabes que visitan Estambul. De los 41.000 saudís que lo hicieron en el 2007 se ha pasado a 100.000 en lo que va de año, atraídos por la magia de la serie y el modo de vida turco.
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