10 marzo 2010

Reaparece el cuerpo robado del ex presidente de Chipre (una surreal historia de misterio)

ANDRÉS MOURENZA
ESTAMBUL
Como en los libros de Agatha Christie, la víctima tenía muchos enemigos; pero al contrario que en las novelas, la víctima ya estaba muerta. De hecho, el suceso encaja con las extrañezas de Chipre, esa pequeña isla mediterránea que continúa siendo el único país dividido por un muro dentro de la Unión Europea.
El pasado 11 de diciembre, la policía anunció que el cadáver del expresidente de la República de Chipre Tassos Papadopoulos había sido robado de su tumba. Tan solo faltaba un día para cumplirse el primer aniversario de la muerte del político grecochipriota. La policía explicó que se trataba de una acción altamente organizada, pues los ladrones habían conseguido retirar un pesado mármol, excavar más de un metro de tierra y borrar todas sus huellas. Quedaba la duda de si se trataba de una profanación por motivos políticos o étnicos (la isla está dividida entre el sur griego y el norte turco).
El lunes, una llamada anónima alertó a la policía sobre el paradero del cuerpo: se encontraba en otro cementerio, a cinco kilómetros del que se había sustraído, dentro de la tumba de un anciano. Las pruebas de ADN confirmaron ayer que eran los restos de Papadopoulos. Las autoridades aclararon que el robo tuvo motivos económicos: la familia de Papadopoulos fue extorsionada y los ladrones fueron dirigidos, desde la cárcel, por un hombre vinculado a la mafia.
El nacionalismo de Papadopoulos hizo fracasar en abril del 2004 un plan de reunificación de Chipre patrocinado por el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan. «Papadopoulos no negoció apropiadamente para poder tener así argumentos para rechazar el plan», acusó Nikos Anastasiades, el entonces líder del principal partido de oposición.
En mi primera visita a Chipre, allá por el 2007, fui conducido por un funcionario grecochipriota encargado de la gestión de un pequeño departamento bautizado con la orwelliana fórmula de Oficina de Información Verdadera. En la Línea Verde, que divide la isla, después de asegurarse de que nadie le escuchaba, me dijo: «Yo voté sí a la reunificación». Después me presentó a un turcochipriota también reacio a sucumbir a la paranoia nacionalista. La noche caía y tenía que volver a Nicosia Norte, así que invité al turcochipriota a que me acompañase, pero a él no le dejaban pasar, era un disidente. «Este es el país de las intrigas. Intrigan los turcos, los griegos, los americanos y los ingleses», se lamentó.

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