09 marzo 2008

Los gatos de Estambul

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La república de los gatos (El Periódico, 4/03/2008)

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 Gatos en Estambul.
Gatos en Estambul.
ANDRÉS Mourenza
Durante los días en que el temporal de nieve se cebó en Estambul, un espeso manto de blanco silencio cubrió la ciudad del Bósforo. A través de los cristales helados de la ventana solo se oía el rugir del viento y, muy de vez en cuando, los gritos de un osado vendedor de salep (bebida caliente a base de leche y harina de orquídea) que se atrevía a desafiar la tormenta para pregonar su mercancía. ¿Y los gatos? ¿Dónde estaban los gatos que con sus maullidos quejumbrosos, sus agrias disputas y sus gritos en celo llenan la noche estambulí? Los gatos habían desaparecido bajo el temporal. Turquía es pródiga en variedades de gatos e incluso tiene sus propias denominaciones de origen. De aquí provienen los Angora (Ankara), de largo pelaje blanco, y los extraños gatos de Van (en el este), que poseen un ojo de cada color y gustan de nadar en el lago del mismo nombre. Los gatos de Van no pueden ser, por ley, llevados fuera de Turquía, y solo cruzan la frontera en forma de lujoso regalo a reyes y jefes de Estado. Pero si hay un lugar donde los gatos son amos y dueños de las calles, ese es Estambul. Son, como la ciudad misma, gatos mestizos, cruzados, sin ningún pedigrí, a veces sucios y siempre revoltosos. Pero son tratados con especial mimo por los estambulís, que los alimentan con lo que tienen a mano. Así, los gatos de Tarlabasi son pobres y flacos como sus habitantes y, en cambio, los de Cihangir se extienden gordos y lustrosos sobre el capó de los coches. La señora Aral, cada día, deposita frente a su casa una buena porción de pienso para gatos o incluso platos enteros de anchoas frescas. Cuando el frío obliga a los estambulís a encerrarse en casa, la anciana coloca unas mantas junto a su puerta para que se cobijen. En las puertas traseras de los restaurantes, los animales esperan siempre su ración y algunos turcos afirman, como casi todo entre bromas y veras, que si en los alrededores de una fonda no se ven gatos es que se sirve carne de felino. El amor de los turcos por los animales callejeros siempre llamó la atención a los viajeros europeos y, cuando el general prusiano Helmut von Moltke llegó a Estambul en 1837, escribió sorprendido a un colega suyo: "Los turcos muestran caridad incluso hacia los animales. En el barrio de Üsküdar hay hasta un hospital para gatos". Las crónicas relatan que en 1910, cuando el Gobierno de turno decidió deshacerse de 40.000 perros enviándolos a una isla desierta del Mar de Mármara (nadie tenía estómago suficiente para sacrificarlos), los habitantes de Estambul montaron en cólera. "Los estambulís valoramos mucho a los animales que viven en las calles porque durante siglos hemos compartido esta ciudad cosmopolita", explica Elif Soyer, directora del programa Perros y gatos en las ondas. Poco a poco, al derretirse la nieve, los gatos comenzaron a dejarse ver. Salían de debajo de los coches cubiertos de nieve que se habían convertido en improvisados iglús o de los portales en los que filantrópicos humanos les habían permitido a refugiarse. Poco a poco, volvieron a imponer su orden en las calles de Estambul. Retomaron el poder en la república de los gatos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta información debería ser actualizada. Hemos estado en Istambul entre julio y agosto del año 2011 y nos sorprendió el trato amigable hacia los abundantes gatos que callejean esta ciudad pero, sin embargo, a los perros no se les da este mismo trato. Se nos explicó que estos últimos se consideran animales impuros porque al tener que rezar 5 veces al día y, en consecuencia, precisar de una exquisita limpieza los musulmanes no desean tener este tipo de animales que de por sí son sucios -en tanto los gatos se caracterizan por ser más limpios- y al ser dependientes del hombre - a diferencia de los gatos- obligaría a tenerlos en casa como animales de compañía. Además, los gatos contribuyen a tener a raya a ratas y ratones ya que las condiciones de salubridad e higiene, en algunos lugares, deja mucho que desear. En definitiva, y salvo escasas ocasiones en que veíamos a una persona paseando un perro como mascota, estos animales deambulan por la ciudad en grupo, con aspecto famélico y lo más lamentable con una mirada temerosa hacia el hombre porque, realmente, son espantados y no queridos por sus habitantes. Un trato desigual, en mi opinión injustificado, que debe ser denunciado.

Andrés Mourenza dijo...

Es cierto que los turcos tienen a más gatos que perros por mascotas y que en el Islam los perros son considerados impuros; pero no es así en Turquía. En otros países musulmanes NO HAY perros por las calles, en cambio en Turquía no hay esta concepción del perro como impuro. De hecho, uno de los símbolos ancestrales de los turcos es el lobo. Y los turcos tienen en gran estima a su Kangal de Sivas.
No estoy nada de acuerdo en que en Turquía se vean perros famélicos. Los perros de la calle se suelen pasar el día tumbados a la sombra y ni se meten con los humanos, ni los humanos con ellos. Muchas veces les dan de comer.

Anónimo dijo...

El que ha escrito el primer comentario es un integrista cristianista que odia a Turquía y que miente descaradamente para propagar una imagen negativa de ese pais.

Ni que decir que yo también certifico que es absolutamente falso eso que dice sobre los perros, los perros de Turquía son felices, están marcados y comen bien.

Laura KL dijo...

Bueno, yo soy mexicana y fui recientemente a Estambul, y un local me comentó que la afición a los gatos es derivada de un asunto religioso. Creo que el Profeta era aficionado a los gatos. Algo así comprendí. Pero también e dijo que a los perros se les tenía gran estima, y que si no .había tantos callejeros era porque se cuidaba que no estuvieran en esa condición.
Yo soy gatera, así que esa ciudad de gatos me maravilló. Claro, el resto de la ciudad (su historia, su clima, su comida, todo) me tenía también prendida, enamorada por completo. Es mágica. Suertudo el que viva ahí. Saludos