08 marzo 2010

La mariposa armenia que aletea en Washington crea tormentas en el Cáucaso

Dos niños armenios con los colores de su selección poco antes del partido de fútbol que enfrentó a Armenia y Turquía en Ereván en septiembre de 2008 y que inauguró el acercamiento entre estos dos países. Más abajo, la llama eterna del monumento a las víctimas del conocido como genocidio armenio en 1915, también en Ereván (Fotos: Andrés Mourenza)
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Andrés Mourenza
El Cáucaso, una abrupta región del tamaño de España en la que convive una cincuentena de grupos étnicos, resulta clave para el transporte de los hidrocarburos de Asia Central y el Mar Caspio hacia los mercados europeos. Sin embargo, es también una zona sembrada de conflictos y guerras recientes aderezadas por odios ancestrales. En palabras del fallecido reportero polaco Ryszard Kapuscinski es "un mundo pequeño, un puñado de montes y de valles, (...) gobernado por la ley elemental de la exclusión: o nosotros o ellos".
Uno de esos conflictos no olvidados es el del llamado "genocidio armenio". En 1915, durante la Primera Guerra Mundial, el ministro del Interior otomano, Talat Pachá, ordenó la deportación de cientos de miles de ciudadanos de etnia armenia a los desiertos de Siria, bajo la acusación de ser una quinta columna que estaba ayudando a Rusia en la contienda, algo que sólo era verdad en parte ya que la actuación de las bandas de irregulares armenios tuvo lugar principalmente en el este de Anatolia y no todo en el territorio del Imperio. Muchos de los deportados murieron de hambre, enfermedades o asesinados por los paramilitares kurdos que los escoltaban. Fuentes armenias cifran el número de muertos en 1,5 millones, mientras que historiadores independientes rebajan la cifra a la mitad, y las autoridades turcas consideran que las víctimas de los milicianos armenios fueron de varios cientos de miles. Los otomanos responsables de estos hechos fueron juzgados y condenados a muerte tras la guerra mundial por las potencias vencedoras pero finalmente, por diversas cuestiones políticas, se les permitió escapar de su reclusión en la isla de Malta, aunque luego irían cayendo uno a uno a manos de vengadores armenios.
En Turquía, el genocidio armenio continúa siendo un tema tabú y numerosos intelectuales han sido juzgados por hablar de él, por lo que su reconocimiento por parte de terceros países, como la iniciativa votada ayer en la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de EEUU, es visto como un ataque a sus principios.
En 1991, Turquía fue uno de los primeros estados en reconocer la independencia de Armenia tras la caída de la Unión Soviética, con la intención de recuperar su influencia sobre el Cáucaso. Sin embargo, en 1993, Ankara decidió cerrar su frontera y cancelar las relaciones diplomáticas con Ereván en solidaridad con su aliado Azerbaiyán (con el que comparte la lengua turca) que se enfrentaba a Armenia por el control del enclave del Nagorno-Karabaj, aún hoy ocupado por las tropas armenias.
La llegada al poder en Turquía de Recep Tayyip Erdogan, un islamista moderado de talante liberal y pro-europeo, propició en 2008 un acercamiento a Armenia y el pasado año ambos países firmaron un acuerdo para normalizar las relaciones, aunque los parlamentos de cada país aún deben ratificarlo. Este deshielo se enmarca en la política de corte neo-otomana ideada por el ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu, que busca recuperar la influencia política y económica de Turquía en los territorios que antaño pertenecieron al Imperio Otomano.
En cambio, esta iniciativa no ha sentado nada bien en Azerbaiyán, que exige a Turquía no abrir su frontera con Armenia hasta que ésta no se retire del Nagorno-Karabaj y las provincias azerbaiyanas circundantes, algo en lo que coincide la oposición nacionalista y laica al gobierno de Erdogan. Por este motivo, Azerbaiyán, anteriormente aliado incondicional de Ankara y Washington, ha incrementado su lazos con Rusia en los últimos años, que además ha comenzado a comprar el gas azerbaiyano a precios más ventajosos.
La jugada política de Moscú está clara: en Azerbaiyán y su suministro de gas está una de las claves de la viabilidad del proyecto Nabucco, un gasoducto desde la frontera oriental de Turquía hasta el corazón de Europa que permitiría reducir la dependencia de la energía rusa. El otro objetivo del Kremlin, que considera al Cáucaso su esfera natural de influencia, es reducir la presencia de Estados Unidos en la zona, que se incrementó significativamente durante el gobierno de Bill Clinton, cuando Rusia estaba fuera de juego en la geopolítica mundial.
Uno de los resultados de la política estadounidense en la zona es es el oleoducto BTC (Baku-Tiflis-Ceyhan), parte del mapa energético alternativo a Rusia pero cuya viabilidad resultó comprometida en 2008 por la fracasada ofensiva impulsada por el gobierno del presidente georgiano, el pro-estadounidense Mijeil Saakashvili, con el objetivo de recuperar las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, que cuentan con el apoyo de Rusia. La pérdida de fiabilidad de Georgia ha significado un descenso de la influencia de Washington en el Cáucaso, que cada vez se está convirtiendo más en el "patio trasero" de las dos potencias de la región: Turquía y Rusia.
Mientras tanto, Armenia sufre el bloqueo del 80 por ciento de sus fronteras (Azerbaiyán y Turquía), por lo que sus únicas salidas son al sur Irán y al norte, a través de Georgia y el Mar Negro, Rusia. Por otra parte, Rusia y Turquía han aumentado en los últimos años sus relaciones políticas y económicas, ante la alarma de Washington por lo que la Casa Blanca procura mimar a Ankara y estimular su acercamiento a Armenia, como medio para 'volver' al Cáucaso. De ahí que el presidente estadounidense, Barack Obama, presione a la Cámara de Representantes para que no prospere la moción sobre el genocidio armenio, temiendo que esto pueda hacer saltar en pedazos el restablecimiento de relaciones entre Ankara y Ereván.
De este modo, el enfado del gobierno de Erdogan podría leerse como una rabieta preventiva de Turquía -ya lo ha hecho en otras ocasiones- artificialmente exagerada para seguir siendo cortejado por la Casa Blanca. Otro escenario, peor para los esfuerzos de paz, podría ser el de que los turcos estén utilizando esta polémica como una excusa para detener el proceso de normalización con los armenios, ya que levanta ampollas en su aliado Azerbaiyán, que, al contrario, que Armenia, sí tiene recursos energéticos.
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(Esta es la versión ampliada de un análisis escrito para la Agencia EFE y publicado por diferentes medios que, por razones de espacio, hubo que resumir)
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3 comentarios:

Unknown dijo...

Enhorabuena Andrés, me ha parecido un artículo impecable. Soy Español residente en Ankara y por cuestiones de trabajo estoy muy al corriente del conflicto Turquía-Armenia y de los equilibrios de poder Rusia-UE.

Otra vez, gracias.

Andrés Mourenza dijo...

Me alegro de que te haya gustado Jorge. Espero que todo vaya bien por Ankara (yo lo siento pero soy Istanbullu a muerte :)

Andrés Mourenza dijo...

Me alegro de que te haya gustado Jorge. Espero que todo vaya bien por Ankara (yo lo siento pero soy Istanbullu a muerte :)