«¡Que les jodan a los turcos!», gritan unos jóvenes con antorchas en una de las marchas que recuerdan, como cada 24 de abril, el inicio de las deportaciones ordenadas por el Imperio otomano en 1915, en las que murieron un millón de armenios. Este año, la conmemoración del genocidio –que los turcos niegan– ha llegado en un momento en que Armenia ha congelado temporalmente el proceso de acercamiento a Turquía, lo que ha sido bien acogido por los nacionalistas de ambas partes.
«Estamos contentos con la decisión», comenta Sarkis Bedoyan, miembro de la Diáspora Armenia en Francia, que cada año presenta sus respetos a las víctimas del genocidio en Ereván. La Diáspora rechaza el compromiso con Turquía, ya que reúne a los descendientes de las víctimas. «Sabemos que los habitantes de Armenia necesitan oxígeno, que se abra la frontera turca y poder comerciar con sus vecinos, así que no debemos imponer nuestra voluntad», dice sin embargo Bedoyan.
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