23 abril 2010

Pyla, la aldea común de Chipre (El Periódico)

ANDRÉS MOURENZA
PYLA / ENVIADO ESPECIAL

Es tarde de domingo y en el café griego de Pyla casi todas las conversaciones giran en torno a la victoria del Omonia ante el APOEL en el derbi del fútbol chipriota. Al Omonia, cuyo nombre significa unidad en griego, lo apoyan los comunistas –greco y turcochipriotas–; al APOEL, acrónimo de Athletic Club de Fútbol de los Griegos de Nicosia, la derecha y los nacionalistas. Aún es pronto, el partido acaba de terminar, y a Pyla no ha llegado todavía la noticia de que los dos únicos turcochipriotas que se han aventurado a asistir al partido han sido apaleados por una turbamulta de 200 seguidores del APOEL y solo han escapado de la muerte gracias a la intervención de la policía.

Una crónica sobre Pyla podría comenzar como una parodia de las historietas de Astérix: Todo Chipre está dividido entre turcos, al norte, y griegos, al sur... ¿Todo? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles chipriotas resiste todavía y siempre al nacionalismo y la división. Pyla es un pequeño pueblo que, por azares del destino, quedó situado dentro de la buffer zone o zona tapón, conocida popularmente como Línea Verde, establecida por la ONU tras la invasión turca de 1974 para separar a las dos comunidades enfrentadas. Y en él han seguido conviviendo turcos y griegos de Chipre.

De hecho, las discusiones entre los seguidores de los dos politizados equipos de fútbol chipriotas, en Pyla, no pasan de bromas de bar. «A mi padre le encantaba la música turca. Cada vez que pasaba delante del café turco y la escuchaba, su cuerpo le pedía baile», relata el grecochipriota Stasos. «Esto –dice señalando las paredes del café griego, repletas de retratos de patriarcas ortodoxos y héroes de la independencia de Grecia y Chipre–, esto es basura nacionalista». «¡Estás borracho, Stasos!», clama un parroquiano con una cerveza entre las manos. «Fíjate –dice Stasos–, incluso el mejor amigo de este, que es de derechas y del APOEL, es un turcochipriota».

En el café turco, al otro lado de la acera, los turcochipriotas, a pesar de ser musulmanes, tampoco se privan de beber cerveza, mientras siguen por la televisión el otro derbi, el que se juega en Estambul entre el Fenerbahçe y el Galatasaray. «No hay problemas entre los griegos y los turcos», asegura un turcochipriota: «Es cierto que los viejos de una comunidad y de otra no hablan mucho entre sí, pero los jóvenes van juntos a las discotecas de Agia Napa [una población cercana famosa por sus juergas nocturnas]».

En la plaza del pueblo, frente a ambos cafés –rojo el de los turcos, azul el de los griegos–, se alza la torreta de vigilancia –blanca– de los cascos azules eslovacos, cual árbitro neutral. «Si hay alguna cuestión entre los griegos, actúa la policía grecochipriota. Si se produce entre los turcos, la policía turcochipriota. Y si hay algún problemilla entre turcos y griegos, interviene la policía de la ONU», explica Ibrahim.

«Los turcos tenemos nuestro alcalde, los griegos el suyo; los turcos, la mezquita, y los griegos, la iglesia; los cementerios son diferentes para cada comunidad, y también las escuelas primarias», explica el imán Ahmet. «Vivimos como lo hacía todo Chipre antes de 1974», añade a su lado Mehmet. En la pequeña mezquita de Pyla, durante la oración de la tarde, solo se han reunido el clérigo y otro fiel, pues los turcochipriotas no son muy religiosos.

«Si el problema de Chipre no se soluciona es por culpa de los nacionalistas –arremete Stasos–. ¿Sabes cuál es la solución? Pues dividir la isla en tres partes: una para los nacionalistas turcos, otra para los nacionalistas griegos y la tercera para los que queremos vivir juntos».

Por supuesto que la convivencia en Pyla no es todo lo perfecta que podría ser: existe cierta desconfianza entre las dos comunidades, apenas hay un par de matrimonios mixtos –que además se hubieron de casar en el extranjero– y solo otros tantos negocios comunes, pero por algo se empieza. Quizá, algún día, todo Chipre vuelva a ser como Pyla.

No hay comentarios: