30 enero 2009
28 enero 2009
El ministro de Exteriores iraquí asegura que en 2009 no habrá una retirada importante de tropas de EEUU de Irak (EFE-Terra, 23/01/09)

El papel de Turquía en Oriente Medio

Andrés Mourenza / Estambul
Cuando comenzaron los ataques de Israel sobre Gaza el pasado 27 de diciembre, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, encomendó a Davutoglu, su asesor en política internacional, un rol de mediador entre los países europeos y Hamas para intentar alcanzar una solución al conflicto. Unas semanas después, en una sala de conferencias de un lujoso hotel de Estambul, Davutoglu cree cumplida la primera parte de su misión: “Si Hamas ha aceptado el alto el fuego, ha sido gracias al esfuerzo de Turquía”, aunque reconoce que aún queda mucho trabajo por hacer.
Turquía, cuyo proceso de adhesión a la Unión Europea camina por senderos inciertos debido a la lentitud de las reformas internas, ha jugado la carta de mediador internacional para sumar puntos a su candidatura europea. Su situación estratégica y su habilidad en las relaciones internacionales quedaron patentes en las negociaciones durante la guerra que enfrentó a Georgia y Rusia el pasado verano y en el acercamiento entre Siria e Israel, cuyo objetivo era alcanzar un acuerdo de paz y la devolución a Damasco de los Altos del Golán, ocupados por los israelíes desde 1967. A pesar de que este último proceso saltó por los aires cuando Israel comenzó a bombardear Gaza, la UE ha agradecido los esfuerzos diplomáticos de Turquía en ambos temas.
Pero Ankara también se ha involucrado en mejorar las relaciones del grupo radical islámico Hamas con Egipto, entre los que existe gran suspicacia; en solucionar la crisis política del Líbano; en convencer a los grupos suníes de Irak de que se integrasen en la vida política del país e, incluso, se ha ofrecido para mediar entre Irán y la nueva administración de EEUU. “Esta es nuestra región y no nos interesa que se desestabilice. Por eso no podemos permitirnos el lujo de no prestar atención a los problemas de Oriente Próximo”, explica Davutoglu.
Pero, ¿quién es este hombre que está detrás de los esfuerzos mediadores de Turquía? Profesor universitario y embajador, Davutoglu es un asesor silencioso que no gusta de cámaras ni presión mediática y el arquitecto de la nueva política exterior de Turquía, que algunos estudiosos han denominado “neo-otomana” porque busca recuperar la influencia de Ankara en los territorios que antaño pertenecieron al Imperio Otomano. “Turquía es un país europeo, asiático, caucásico, balcánico y de Oriente Próximo, así que tenemos una política exterior integrada”, defiende el asesor turco y enuncia los principios de su estrategia: “mantener buenas relaciones con todos los actores de la región y una política activa para rebajar las tensiones”.
Así pues, al comenzar ofensiva israelí, los servicios diplomáticos turcos se pusieron manos a la obra. Erdogan se mantuvo constantemente en contacto con varios líderes europeos y, en especial, con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien, a pesar de su oposición a la entrada de Turquía en la UE, parece haber encontrado en el primer ministro turco un aliado para una suerte de diplomacia europea algo más independiente. Una delegación encabezada por el embajador turco Feridun Sinirlioglu se desplazó a Israel. Otra, liderada por Davutoglu, viajó a El Cairo, para estar en contacto con los dirigentes egipcios, que desempeñan un papel clave en el conflicto de Oriente Próximo. Desde allí, Davutoglu voló varias veces a Damasco, donde se halla la cúpula de Hamas en el exilio, con quien mantiene contactos desde 2006, cuando Ankara intentó sin éxito que la comunidad internacional aceptase la victoria islamista en las elecciones palestinas. Y desde Siria, los turcos cerraban el círculo entregando los mensajes de Hamas a la UE, que al considerar al grupo palestino como terrorista no puede dialogar con él.
Esta cercanía a Hamas, sumada a las duras críticas de Erdogan al gobierno israelí por las masacres de civiles de Gaza (las definió como “crimen contra la humanidad”), ha provocado un enfriamiento de las relaciones entre Israel y Turquía, dos países cuyos lazos son antiguos y sólidos. En 2008, 600.000 israelíes pasaron sus vacaciones en Turquía y el ejército turco es uno de los principales clientes de las fábricas de armamento israelí. Los medios israelíes, como el diario Haaretz, han cargado contra la posición del gobierno turco y el gobierno de Tel Aviv ha rehuido los contactos con Turquía. “Un (país) que es líder en la región no puede permanecer callado ante la muerte de más de 1.000 personas. Las críticas no van dirigidas a la gente de Israel ni contra los judíos; si esto ocurre en otro país, Turquía reaccionará igual”, justifica Davutoglu y pide que Hamas no sea marginado nuevamente.
Según Sinirlioglu, el siguiente tema en la agenda es fomentar la “reconciliación nacional” entre Hamas y Al Fatah, el partido del presidente palestino Mahmoud Abbas, cuyo mandato terminó el 9 de enero. Puesto que “sin reconciliación palestina será imposible rescatar el proceso de paz con Israel”. Este proceso de reconciliación será dirigido por Egipto, con la asistencia de Turquía, Qatar y Siria y debería dirimir el reparto de competencias en los territorios palestinos, además de la fecha de las próximas elecciones legislativas y presidenciales. “Esta vez todos los países deben reconocer el resultado de las elecciones”, pide Davutoglu.
En otra cuestión candente, el control de la frontera entre Egipto y Gaza -a través de la que Hamas se abastece de armas, según Israel-, las negociaciones prosiguen. Egipto se opone a la presencia de una fuerza militar extranjera -aunque sea turca, como proponía Hamas-, alegando su derecho a la soberanía territorial, por lo que en los círculos diplomáticos se habla del envío de una misión de observadores. Con todo, el mediador turco, asegura que sí hay un “acuerdo implícito” sobre los principios para lograr la paz: la apertura de corredores humanitarios, la retirada total del ejército israelí de Gaza, conseguir una reconciliación nacional en Palestina y un mecanismo para levantar el bloqueo israelí sobre los territorios palestinos. “El bloqueo se levantará, eso es seguro, el problema es hallar un mecanismo que satisfaga a todos”, dice.
Davutoglu define 2009 como un año clave para la estabilidad en Oriente Próximo, ya que se deben celebrar elecciones legislativas en los territorios palestinos, Israel y Líbano; presidenciales en Irán y locales en Irak. “Si algo va mal en ellas, perderemos otros cinco años”.
La investigación sobre la trama golpista 'Ergenekon' se incauta de nuevos arsenales de armas (EFE-Yahoo 15/01/09)
Afganistán y Pakistán se comprometen a aumentar cooperación antiterrorista (EFE-Soitu, 05/12/08)

Grecia vuelve a la protesta ¿y España?
Andrés Mourenza
Lo cierto es que la revuelta ha asustado, y no poco, a los líderes políticos. El primer ministro griego, Costas Caramanlis, destituyó la pasada semana a 9 de sus 16 ministros para lavar su imagen. Expertos y analistas comienzan a criticar la creciente brecha que se está creando entre la generación que ahora ostenta sólidas posiciones económicas y la de sus hijos, abocada al trabajo precario. Por ejemplo, el columnista John Psaropoulos se quejaba de que el debate sobre las pensiones en Grecia “muestra la poca disposición de los griegos para asumir los costes que provoca una generación en la siguiente”. Se trata de esa generación que algunos estudios en Estados Unidos han bautizado como generación boomerang, pues, por primera vez en varias décadas, vivirá peor que sus padres a pesar de haber crecido en un oasis de abundancia. Y es ese miedo a la proletarización el que azuza a los manifestantes griegos.
Es cierto, como señala el filósofo y profesor de la Universidad Pompeu Fabra Francisco Fernández Buey, que Grecia acumula una serie de factores autóctonos que han desatado la revuelta. “La muerte del adolescente Alexis Grigoropulos fue sólo la gota que colmó el vaso”, explica el periodista griego Ioannis Mantas. Sin embargo, la “jodida” situación de la que hablaba el estudiante del gorro negro no es exclusiva del país heleno: España, por ejemplo, es el único país de la OCDE (que agrupa a países tan dispares como Turquía, México o Finlandia) en el que durante la bonanza económica se redujo el poder adquisitivo de sus ciudadanos, además de tener los mayores índices en la UE de desempleo (11,33 %) y temporalidad laboral (que afecta a uno de cada tres trabajadores españoles). Respecto a la media de horas trabajadas, España (1.800 por persona y año) no anda a la zaga de Grecia (1.900) y ambos son escasamente productivos.
“Aquí también hay un malestar difuso y generalizado entre los jóvenes, que contrasta con la euforia de las autoridades académicas y políticas cuando estamos en plena crisis económica”, dice Fernández Buey. Los manifestantes griegos critican la lógica neoliberal que ha provocado la crisis y también los planes de rescate de la banca con dinero de los contribuyentes: “El gobierno da dinero a los mismos bancos que nos roban, en lugar de a los parados, que cada vez son más”, denunciaba Irini, una profesora griega. “Para mí, la revuelta griega es lógica y ejemplar”, afirma Arcadi Oliveras, presidente de la ONG Justicia i Pau, “lo extraño es que no se haya producido también en otros países de la UE”.
En cierto modo, la protesta de Grecia asemeja a la de la banlieue parisina en 2005 por su carácter antisistema -aunque en Francia se trataba de inmigrantes excluidos y en Grecia de la clase media que se siente ahora cada vez más excluida- y porque también la chispa que prendió ambas fue el fallecimiento de jóvenes tras una cuestionable actuación policial. No extraña pues, que, tras la muerte del estadounidense de origen hispano Oscar Grant el pasado 1 de enero, cientos de manifestantes tomasen las calles de Oakland (EEUU) y se enfrentasen a la policía para protestar contra “los asesinatos de Oscar Grant y Alexi Grigoropoulos”.
Y es que en los tiempos de internet, las noticias locales se convierten fácilmente en globales y de ahí que las muestras de apoyo a la revuelta griega se hayan internacionalizado. “La comunicación se produce a través de internet, pero también existen federaciones y asociaciones que se reúnen periódicamente para coordinarse”, explica Oliveras, experto en movimientos sociales.
Con todo, la mayoría de analistas coincide en que la revuelta de Grecia está lejos de reproducirse en nuestro país, como asegura el ex rector de la Universitat Politecnica de Catalunya Josep Ferrer. Una de las razones que da es que grandes movilizaciones como la que critica el Proceso de Bolonia no han conseguido arrastrar a una mayoría de los estudiantes universitarios. Tampoco el sociólogo Javier Elzo prevé un efecto dominó: “los jóvenes griegos tienen un nivel de vida mucho menor que el de otros jóvenes europeos. Además en España los movimientos de protesta son muy limitados”. “Lo que veo de común es que hay muy poca sensibilidad a las demandas de los estudiantes. Que sea sólo una vanguardia de estudiantes no le quita razón, todo movimiento social alternativo comienza siendo minoritario”, opina Fernández Buey.
Como el movimiento antiglobalización, la revuelta de Grecia está compuesta por grupos bien diversos. Por un lado los adolescentes que acuden a las manifestaciones -con sus teléfonos móviles último modelo- sin una ideología clara, sino por la rabia que causa el asesinato de uno de los suyos. Por otro lado se encuentran los partidos políticos, especialmente el Partido Comunista de Grecia (KKE), la Coalición de la Izquierda Radical (SYRIZA) y la izquierda extraparlamentaria, junto a sindicalistas y estudiantes con claras simpatías políticas. Finalmente se encuentran los que en Grecia llaman “desconocidos habituales”, miembros de grupos pseudo-anarquistas que desde hace años se enfrentan periódicamente a la policía.
Éstos últimos ganaron un fuerte ascendente sobre los manifestantes en los primeros momentos de la protesta y, no en vano, lo que más sorprendió a los comentaristas extranjeros fue el nivel extremo de violencia. Es más, el día 12 de diciembre, cuando la policía comenzó a perseguir a un grupo de estudiantes que les lanzaba piedras, algunos adultos que tomaban tranquilamente café en una terraza dejaron su descanso para enfrentarse a la policía y defender a los manifestantes. Una muestra del nivel de hartazgo de la sociedad griega. Estos jóvenes son los que han crecido con las violentas películas, series de televisión y videojuegos promocionados por el mismo sistema contra el que protestan. Por decirlo con una frase de Karl Marx: “cada sistema crea el germen de su propia destrucción”.
Las protestas se retomaron el pasado día 9 “de forma más pacífica”, relata Ioannis Mantas. Según este informador, un hecho ha cambiado el curso de la revuelta: el pasado día 5 un joven policía fue herido por los disparos de kalashnikov de un comando del grupo armado ultraizquierdista Lucha Revolucionaria, que también atacó un convoy de policía el pasado 23 de diciembre. “La revuelta podría irse calmando -dice Mantas- aunque aún se prolongará durante unos meses más, ya que la mayoría de la sociedad griega apoya a los manifestantes pacíficos”.
“Lo interesante del caso griego es que una protesta estudiantil se ha convertido en una revuelta social y por eso se ha producido tanta alarma”, analiza Reyes Mate. De acuerdo a este filósofo del CSIC, en las sociedades europeas existen unas “condiciones objetivas” similares para los jóvenes y las identifica en la competitividad, la crisis y “el esquema intelectual extremadamente rígido y asfixiante en el que nos movemos y que puede crear un caldo de cultivo para las revueltas”. “Lo que no hay en España son las condiciones subjetivas: una cultura crítica como la que había en el 68, y eso dificulta el que el malestar pueda convertirse en revuelta social”, concluye.