Andrés Mourenza
Lo cierto es que la revuelta ha asustado, y no poco, a los líderes políticos. El primer ministro griego, Costas Caramanlis, destituyó la pasada semana a 9 de sus 16 ministros para lavar su imagen. Expertos y analistas comienzan a criticar la creciente brecha que se está creando entre la generación que ahora ostenta sólidas posiciones económicas y la de sus hijos, abocada al trabajo precario. Por ejemplo, el columnista John Psaropoulos se quejaba de que el debate sobre las pensiones en Grecia “muestra la poca disposición de los griegos para asumir los costes que provoca una generación en la siguiente”. Se trata de esa generación que algunos estudios en Estados Unidos han bautizado como generación boomerang, pues, por primera vez en varias décadas, vivirá peor que sus padres a pesar de haber crecido en un oasis de abundancia. Y es ese miedo a la proletarización el que azuza a los manifestantes griegos.
Es cierto, como señala el filósofo y profesor de la Universidad Pompeu Fabra Francisco Fernández Buey, que Grecia acumula una serie de factores autóctonos que han desatado la revuelta. “La muerte del adolescente Alexis Grigoropulos fue sólo la gota que colmó el vaso”, explica el periodista griego Ioannis Mantas. Sin embargo, la “jodida” situación de la que hablaba el estudiante del gorro negro no es exclusiva del país heleno: España, por ejemplo, es el único país de la OCDE (que agrupa a países tan dispares como Turquía, México o Finlandia) en el que durante la bonanza económica se redujo el poder adquisitivo de sus ciudadanos, además de tener los mayores índices en la UE de desempleo (11,33 %) y temporalidad laboral (que afecta a uno de cada tres trabajadores españoles). Respecto a la media de horas trabajadas, España (1.800 por persona y año) no anda a la zaga de Grecia (1.900) y ambos son escasamente productivos.
“Aquí también hay un malestar difuso y generalizado entre los jóvenes, que contrasta con la euforia de las autoridades académicas y políticas cuando estamos en plena crisis económica”, dice Fernández Buey. Los manifestantes griegos critican la lógica neoliberal que ha provocado la crisis y también los planes de rescate de la banca con dinero de los contribuyentes: “El gobierno da dinero a los mismos bancos que nos roban, en lugar de a los parados, que cada vez son más”, denunciaba Irini, una profesora griega. “Para mí, la revuelta griega es lógica y ejemplar”, afirma Arcadi Oliveras, presidente de la ONG Justicia i Pau, “lo extraño es que no se haya producido también en otros países de la UE”.
En cierto modo, la protesta de Grecia asemeja a la de la banlieue parisina en 2005 por su carácter antisistema -aunque en Francia se trataba de inmigrantes excluidos y en Grecia de la clase media que se siente ahora cada vez más excluida- y porque también la chispa que prendió ambas fue el fallecimiento de jóvenes tras una cuestionable actuación policial. No extraña pues, que, tras la muerte del estadounidense de origen hispano Oscar Grant el pasado 1 de enero, cientos de manifestantes tomasen las calles de Oakland (EEUU) y se enfrentasen a la policía para protestar contra “los asesinatos de Oscar Grant y Alexi Grigoropoulos”.
Y es que en los tiempos de internet, las noticias locales se convierten fácilmente en globales y de ahí que las muestras de apoyo a la revuelta griega se hayan internacionalizado. “La comunicación se produce a través de internet, pero también existen federaciones y asociaciones que se reúnen periódicamente para coordinarse”, explica Oliveras, experto en movimientos sociales.
Con todo, la mayoría de analistas coincide en que la revuelta de Grecia está lejos de reproducirse en nuestro país, como asegura el ex rector de la Universitat Politecnica de Catalunya Josep Ferrer. Una de las razones que da es que grandes movilizaciones como la que critica el Proceso de Bolonia no han conseguido arrastrar a una mayoría de los estudiantes universitarios. Tampoco el sociólogo Javier Elzo prevé un efecto dominó: “los jóvenes griegos tienen un nivel de vida mucho menor que el de otros jóvenes europeos. Además en España los movimientos de protesta son muy limitados”. “Lo que veo de común es que hay muy poca sensibilidad a las demandas de los estudiantes. Que sea sólo una vanguardia de estudiantes no le quita razón, todo movimiento social alternativo comienza siendo minoritario”, opina Fernández Buey.
Como el movimiento antiglobalización, la revuelta de Grecia está compuesta por grupos bien diversos. Por un lado los adolescentes que acuden a las manifestaciones -con sus teléfonos móviles último modelo- sin una ideología clara, sino por la rabia que causa el asesinato de uno de los suyos. Por otro lado se encuentran los partidos políticos, especialmente el Partido Comunista de Grecia (KKE), la Coalición de la Izquierda Radical (SYRIZA) y la izquierda extraparlamentaria, junto a sindicalistas y estudiantes con claras simpatías políticas. Finalmente se encuentran los que en Grecia llaman “desconocidos habituales”, miembros de grupos pseudo-anarquistas que desde hace años se enfrentan periódicamente a la policía.
Éstos últimos ganaron un fuerte ascendente sobre los manifestantes en los primeros momentos de la protesta y, no en vano, lo que más sorprendió a los comentaristas extranjeros fue el nivel extremo de violencia. Es más, el día 12 de diciembre, cuando la policía comenzó a perseguir a un grupo de estudiantes que les lanzaba piedras, algunos adultos que tomaban tranquilamente café en una terraza dejaron su descanso para enfrentarse a la policía y defender a los manifestantes. Una muestra del nivel de hartazgo de la sociedad griega. Estos jóvenes son los que han crecido con las violentas películas, series de televisión y videojuegos promocionados por el mismo sistema contra el que protestan. Por decirlo con una frase de Karl Marx: “cada sistema crea el germen de su propia destrucción”.
Las protestas se retomaron el pasado día 9 “de forma más pacífica”, relata Ioannis Mantas. Según este informador, un hecho ha cambiado el curso de la revuelta: el pasado día 5 un joven policía fue herido por los disparos de kalashnikov de un comando del grupo armado ultraizquierdista Lucha Revolucionaria, que también atacó un convoy de policía el pasado 23 de diciembre. “La revuelta podría irse calmando -dice Mantas- aunque aún se prolongará durante unos meses más, ya que la mayoría de la sociedad griega apoya a los manifestantes pacíficos”.
“Lo interesante del caso griego es que una protesta estudiantil se ha convertido en una revuelta social y por eso se ha producido tanta alarma”, analiza Reyes Mate. De acuerdo a este filósofo del CSIC, en las sociedades europeas existen unas “condiciones objetivas” similares para los jóvenes y las identifica en la competitividad, la crisis y “el esquema intelectual extremadamente rígido y asfixiante en el que nos movemos y que puede crear un caldo de cultivo para las revueltas”. “Lo que no hay en España son las condiciones subjetivas: una cultura crítica como la que había en el 68, y eso dificulta el que el malestar pueda convertirse en revuelta social”, concluye.
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