26 julio 2009

Turquía, sin malos humos (El Periódico)

ANDRÉS MOURENZA
ESTAMBUL

Cuando, hace dos años, Simone Rosa entró por primera vez en el Gran Bazar y vio la nube de humo que se alzaba sobre el gentío, exclamó: «¡Pues es cierto que esta gente fuma como un turco!» Esta expresión, común en varios países europeos, está a punto de desaparecer con la restrictiva ley antitabaco que entró en vigor hace una semana.

Al Gran Bazar le llegó su hora el pasado año, con la primera fase de la ley –prohibición del tabaco en lugares de trabajo, transportes públicos y centros comerciales– y el pasado domingo le tocó el turno a los bares, restaurantes y cafeterías: a partir de ahora está prohibido fumar en todos estos recintos e incluso en las terrazas bajo ciertos tipos de sombrillas y toldos será imposible hacer uso del tabaco so pena de ser multado con 32 euros los fumadores y entre 260 y 2.600 euros los locales que lo permitan.

Ahorro en sanidad

Y es que el Gobierno turco se ha tomado muy a pecho la eliminación del humo, no solo por el ahorro que supondrá para la sanidad pública (en Turquía mueren 110.000 personas al año a causa del tabaco, por lo que se calcula que dejarán de gastarse unos 2.000 millones de euros) sino también por su intención de proyectar una imagen de Turquía más moderna y europea. «Los turistas ven nuestros restaurantes llenos de humo y se largan. No creo que se deba fumar en los sitios donde se come; de hecho los fumadores son los que más tiempo ocupan las mesas», declaró un restaurador turco al diario Radikal.

Cumplimiento a rajatabla
Aunque parezca una tarea titánica en un país donde fuman una de cada tres personas y se consumen casi 300 millones de cigarrillos al día, la ley fue cumplida a rajatabla en prácticamente la totalidad del país, explicó a este diario el doctor Toker Ergüder, de la Oficina Nacional de Control del Tabaco. Turquía ha dejado para siempre los malos humos.

Sin embargo, no todos son tan optimistas. La mañana del domingo, los tradicionales cafés –lugares donde jubilados y desempleados se juntan para jugar, charlar y fumar– amanecieron desiertos. Solo algunos consiguieron mantener a la clientela colocando las mesas en el exterior. Un día antes, Hakan, se despedía del tabaco en su café habitual y, con cierta pena, acariciaba con una mano el cigarrillo y con otra el vaso de té: «El té y el tabaco son como la mujer y el hombre, no se pueden separar así como así». A su lado, Suleyman, el camarero del local, se mostraba más tranquilo: «La gente se acostumbrará».

En ciertos restaurantes también se ha notado el efecto antitabaco. El lunes, Hasan observaba cómo pasaban de largo los clientes de su habitualmente repleta casa de comidas del barrio de oficinas de Karaköy. «Se van todos a los restaurantes con terraza, donde sí pueden fumar».

Pero quienes ven el futuro más negro son los propietarios de los salones de narguile, la pipa de agua típica de Oriente Próximo. «Nosotros no somos un restaurante, solo comercializamos el narguile. ¿De qué vamos a vivir ahora?», se pregunta Ahmet. «Por el momento, podemos sobrevivir con los narguiles en las terrazas, pero cuando llegue el invierno no sé qué sucederá», añade. Mientras tanto, en su local han comenzado a colgar carteles de un nuevo tipo de narguiles que funcionan solo con hierbas naturales y, supuestamente, no son dañinos para salud. Fumarse un narguile de tabaco equivale a la exposición a unos 100 cigarrillos.

En los bares, la situación es diferente porque nadie duda de que la gente continuará viniendo a estos lugares a divertirse. Eso sí, se está produciendo un cambio: la gente ha comenzado a preferir aquellos que tienen una salida cercana a la calle para poder salir a fumar.

Desconfianza

Al principio, los fumadores laicos, porque también en esto hay divisiones, fueron quienes más desconfiaron de la ley antitabaco y sostuvieron que era un intento del Gobierno islamista moderado para restringir el uso del alcohol (sic), porque no se puede beber raki (el anisado nacional) sin fumarse un cigarrillo; pero la realidad es que, según las encuestas, el 90% de los turcos, incluidos los fumadores, apoyan las medidas antitabaco. En la lejana población de Hasankeyif, un anciano kurdo da profundas caladas a su cigarrillo en un pequeño jardín: «Desde que lo han prohibido, hasta sabe mejor».

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ACTUALIZACIÓN: En algunos lugares han comenzado a experimentar maneras de mantener la tradición y respetar la ley, puro ingenio (gracias a Ogo por el vídeo).

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2 comentarios:

Ogo dijo...

Este video sobre una propuesta alternativa hecha por el encargado de un cafe de Estambul vale la pena verlo.

http://videogaleri.hurriyet.com.tr/Video.aspx?s=5&vid=3588

Un saludo!

Enrique dijo...

Lo cierto es que sea con las intenciones que sean, esos 2 de cada 3 que no fuman seguro que lo agradecerán y yo también.

Cuando me vine aquí desde España disfrutando de las comidas sin olor a tabaco, venir a un lugar donde todo sabía a tabaco de nuevo no era muy agradable