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A continuación podéis leer el artículo publicado ayer en el Cuaderno del Domingo de El Periódico de Catalunya. Incluyo también los enlaces a la serie de artículos que he ido publicando en las últimas semanas tras un viaje de 10 días por el sudeste kurdo de Turquía.
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En busca de la paz kurda (Cuaderno del Domingo - El Periódico)
Andrés Mourenza
Diyarbakir
Lice, un municipio kurdo de unos 10.000 habitantes en el sudeste de Turquía, está prácticamente tomado por el ejército turco. Una tanqueta con ametralladoras vigila la entrada al recinto de las viviendas militares, rodeado completamente de sacos terreros; la siguiente manzana es el cuartel de la Gendarmería, igualmente fortificado, y por todo el pueblo hay barracones e instalaciones militares. Incluso la escuela está cercada con alambre de espino. Los hombres del pueblo beben té con gesto circunspecto en uno de los pocos cafés abiertos del lugar y miran con extrañeza a los escasos forasteros que se acercan: “No, aquí no hay ni hoteles ni pensiones, es mejor que sigáis vuestro camino”.
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Desde la captura en 1999 del líder histórico del PKK, Abdullah Öcalan, ha disminuido la intensidad del conflicto armado entre las fuerzas de seguridad turcas y la guerrilla kurda. Aún así el goteo de muertes de soldados, militantes del PKK y ciudadanos de a pie continúa como una herida abierta. De ahí que el gobierno de Recep Tayyip Erdogan haya decidido poner en marcha la llamada “iniciativa kurda” o “democrática” y comenzar consultas con partidos políticos, sindicatos y asociaciones de derechos humanos para terminar el conflicto de una vez por todas. “Tenemos una oportunidad histórica, no podemos dejarla pasar”, dijo el presidente turco, Abdullah Gül, en mayo.
“La gente tiene esperanza”, explica Deniz, un joven de Van, ciudad cercana a la frontera de Irán. Sin embargo, todavía son muchos los kurdos que no confían en las buenas palabras del gobierno, especialmente aquellos que son miembros o simpatizan con el Partido de la Sociedad Democrática (DTP), una formación nacionalista kurda que, desde 2007, tiene un grupo propio en el parlamento de Ankara por primera vez en la historia de Turquía. “El pueblo kurdo tiene cierta desconfianza en esta nueva iniciativa, porque han sido muchos los gobiernos que han anunciado medidas para solucionar el conflicto, pero luego no han cumplido su promesa”, explica el alcalde de Karliova (Bingöl), Ferit Çelik, al que el resto de fuerzas políticas boicotean por ser del DTP. “Desde el Estado se ha intentado demonizar al PKK pero sin el PKK no habríamos conseguido nuestros derechos. Por mucho que lo nieguen, el PKK es el representante de los kurdos y debe ser el interlocutor en este proceso”.
Öcalan, encarcelado de por vida en la isla-prisión de Imrali, anunció que en agosto publicaría una hoja de ruta para conseguir que el PKK renunciase a la lucha armada a cambio de mayor autonomía para la región kurda, pero el gobierno rechaza de plano mantener cualquier negociación con un grupo que, igual que la UE y EEUU, considera terrorista.
Algo a lo que también se oponen los kurdos que no comulgan con el DTP, por ejemplo aquellos que participan en la Guardia Rural, un cuerpo de 80.000 paramilitares kurdos leales al gobierno de Ankara que el ejército utiliza en sus operaciones contra el PKK. “Si su objetivo es defender los derechos de los kurdos, ¿por qué matan a kurdos?”, se pregunta Ziya Yener, un guardia rural retirado. Y no le falta razón: la mayoría de las víctimas del PKK son los propios kurdos. Sobre todo durante la década de los 1990, cuando la organización armada juró arrasar todas las aldeas que colaborasen con el gobierno central por “fascistas”.
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Abandonada a su suerte durante muchos años y olvidada por las inversiones del Estado, la región permanece inmersa en el conservadurismo y el atraso. “El PKK se queja de que el estado no invierte en la educación pero los kurdos, por una parte, y por otra quema las escuelas, destroza los transportes públicos y mata a profesores.”, denuncia Ziya Sözen, presidente de la asociación de víctimas del terrorismo de Bingöl. Y el problema es que tanto el gobierno de Ankara, como los partidos políticos -incluido el DTP, a pesar de definirse como progresista- sacan provecho de esta situación enfrentando a los clanes pro-PKK con aquellos contrarios o comprando los votos de familias enteras.
Lo cierto es que en los últimos meses se ha instalado un diálogo abierto en torno a la resolución del conflicto gracias a la apertura de TRT6 (un canal de la televisión pública en kurdo), al comienzo de la restitución de los antiguos nombres kurdos a los pueblos del sudeste, a la promesa de abrir la universidad a la enseñanza del kurdo y a la tregua decretada por el PKK, aunque no reconocida por Ankara. Pero todavía queda mucho por hacer. “La gente tiene esperanza en la iniciativa y cree en ella, pero al final el resto de partidos de la oposición (nacionalista turca) no permitirá al gobierno que resuelva el conflicto porque hay mucha gente viviendo de él, también entre los kurdos”, se queja Haci, camarero en un restaurante de carretera: “En el oeste de Turquía ganan 20 euros al día; aquí yo trabajo 12 horas, sin fiestas ni domingos, y cobro 10. Esa es la diferencia”.
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Y aquí podéis leer un artículo sobre el mismo tema publicado en 2005 por el periódico Diagonal.
1 comentario:
Esto es como seguir escuchándote con la torre de Gálata detrás ;-)
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