Andrés Mourenza
La mayor joya del arte bizantino en Estambul, la basílica de Santa Sofía, cuenta, tras casi dos décadas de trabajos, con su cúpula restaurada y un hasta ahora desconocido atrio del baptisterio, que había permanecido cerrado a los turistas.
En un pase especial para la prensa, la dirección del museo de Santa Sofía presentó hoy la restauración del templo, iniciada en 1993, unos años después de que el monumento fuese declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad junto al resto del barrio histórico de Estambul. Los trabajos se aceleraron a partir de 2008, gracias a la financiación de la agencia encargada de los proyectos de la Capital Cultural Europea 2010, que ha aportado unos 3 millones de euros en ayuda directa a la restauración. "La restauración de Santa Sofía ha sido uno de los principales proyectos durante la Capitalidad Cultural", aseguró Yilmaz Kurt, secretario general de la agencia Istanbul 2010.
El principal trabajo se ha producido en la inmensa cúpula de 31,5 metros de diámetro, en la que los obreros y artesanos, encaramados en andamios de 55 metros de altura, han limpiado y restaurado los mosaicos dorados que la cubren. También se ha destapado el mosaico de la cara de uno de los serafines alados situados en las cuatro pechinas que sujetan la cúpula principal. "El otro ángel que tiene rostro no ha sido descubierto porque el mosaico se encuentra en muy mal estado", explicó el director del museo, Haluk Dursun.
A partir del próximo año se podrá visitar también el baptisterio junto a su atrio, donde se encuentra una pila bautismal del siglo VI tallada en un sólo bloque de mármol. "Es del estilo de las que se encuentran en Ravena (Italia), pero no tenemos constancia de una pila bautismal monobloque tan grande", aseguró el director del museo. Además, este baptisterio, que se encuentra fuera de la Iglesia, al estilo bizantino, es el único que ha sido utilizado como mausoleo para sultanes otomanos debido a que, según Dursun, en su momento no se estimó que los sultanes enterrados, Mustafa I e Ibrahim, fueran tan dignos como para construirles un mausoleo aparte, ya que habían sido derrocados del trono.
En el interior del templo se han restaurado 600 metros cuadrados de mosaico y las caligrafías islámicas que decoran los medallones y paredes, y en el exterior se han limpiado las fachadas y se han reforzado los techos de las cúpulas con 50 toneladas de plomo. Es cierto que aún quedan manchas y desconchados en ciertas áreas de Santa Sofía, debido a la humedad de la Ciudad del Bósforo, pero como explica Kurt, "concluir del todo una restauración de Santa Sofía resulta imposible". De hecho, la reconstrucción ha sido un continuo desde que fue erigida la Iglesia primigenia en el año 360.
Tras el derrumbamiento de ésta y su sustituta, el emperador Justiniano decidió entonces levantar un tercer templo mucho más resistente que los anteriores y también más esplendoroso, para lo que hizo traer los mejores materiales de todo el Imperio Bizantino. Mármol verde de Tesalia, pórfido de Egipto, roca negra del Bósforo e incluso las columnas del templo de Artemis en Éfeso, considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo, fueron trasladados a esta ciudad. La actual Santa Sofía fue inaugurada durante la navidad de 537 y se ha mantenido hasta hoy a pesar de que terremotos, incendios y el ataque de los católicos latinos durante la Cuarta Cruzada dañaron gravemente su estructura.
La principal restauración tras su conversión en mezquita en 1453 fue ordenada por el sultán Abdülmecit durante el siglo XIX y ejecutada por los arquitectos Gaspare y Giuseppe Fossati. Finalmente, en 1935, el presidente y fundador de la República de Turquía, Mustafa Kemal Atatürk, haciendo honor a su ideología laica, decidió que Santa Sofía no sería ni mezquita ni iglesia, y la declaró museo abierto a todos los públicos.
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