Se dice de la burocracia que es aquel arte capaz de convertir lo posible en algo imposible. En Turquía, con su mastodóntica burocracia, los tramites más sencillos aún continúan siendo engorrosos. La larga lista de papeleo que exige el estado turco, sumada a las normas de seguridad impuestas por la Unión Europea, puede convertir el hecho de abrir una cuenta bancaria o conseguir un dispositivo de internet 3G en una versión mucho más retorcida del tan hispano “vuelva usted mañana”.
“Debe conseguir un registro de residencia del muhtar (funcionario electo a nivel de barrio)”, dicen en la compañía telefónica. “Primero tiene que traer un certificado de la oficina de empadronamiento de la delegación del gobierno”, explica el muhtar. “Antes necesita que un notario certifique sus papeles”, explican en la delegación. “No puede venir sin un testigo de nacionalidad turca”, exige el notario. Cuando se han cumplido los trámites, siempre puede ocurrir que algo falle: “El sistema no me deja –el dependiente de la tienda de telefonía se encoge de hombres- necesita un carnet de identidad turco”. ¿Pero si soy extranjero? “Imposible, entonces”.
Si la aduana retiene un paquete postal uno puede también darse por perdido, porque la inversión de tiempo y dinero en gestiones burocráticas puede superar el valor del envío. Se debe acudir a la empresa de mensajería donde se encuentra el paquete, pero de la que no puede salir hasta recibir una autorización de Aduanas. Luego, con los documentos pertinentes, trasladarse al aeropuerto. Las aduanas se encuentran en la terminal de carga, un edificio más propio de la geografía ex-soviética que de la pujante Turquía. Su presencia impone respeto. A medida que se penetra en su interior se vuelve más oscuro a cada paso, debido a la pobre iluminación y a la humedad que ennegrece el hormigón, como si uno se introdujese en el averno.
Hombres ajetreados con maletas llenas de legajos corretean de un lado a otro. Otros rellenan documentos en grandes máquinas de escribir pleistocénicas. No hay forma de saber qué hacer, hasta que alguien acude al rescate. Se podría pensar que son funcionarios, pero no. Son personas que, a cambio de una propina, conducen a los no iniciados por estos laberínticos pasillos de otra época, del mismo modo que Mefistófeles guiaba a Fausto por los arcanos de lo oculto. “Compra un sello aquí, haz esta cola, paga en el último piso, baja al segundo, certifica el documento”. Al cabo de varias horas se consigue salir a la luz del día. “¿Terminado?”, pregunta mi particular guía, un joven del este de Turquía, mientras se va fumar un cigarrillos con el resto de sus compañeros que, estirados sobre cajas o en cuclillas, esperan a sus clientes. No, aún falta regresar a la empresa de mensajería a completar las gestiones.
Afortunadamente para los usuarios, las cosas están cambiando y el gobierno turco ya ha comenzado a introducir la informática en las gestiones burocráticas. El proyecto de e-devlet (Estado Electrónico) permite a muchos ciudadanos resolver sus asuntos por medio de internet e incluso se piensa introducir la posibilidad de pleitear en los tribunales desde el teléfono móvil. Es la modernización que avanza inexorable. Los mefistófeles de las aduanas terminarán por desaparecer como ya han hecho otros oficios del Estambul callejero, cuyo único recuerdo pervive en la literatura.
3 comentarios:
A nós fixéronnos pasar un "longo" momento na fronteira e pasar a furgo por raios x, pero pagou a pena e estamos pensando voltar, en moto. Si tes algunha suxestión encantaríanos lela. Graciñas por este blog que da gusto ler.
Me alegra que os guste el blog. Si vais en moto, simplemente tened cuidado en las grades ciudades ya que los conductores turcos no están acostumbrados a las motos. Fuera de las grandes aglomeraciones urbanísticas y de la parte oriental de la región de Mármara (la más industrial) el tráfico por las carreteras no es muy abundante y disfrutaréis más. Buen viaje!
Graciñas, sí, a vez que fumos na furgo pasamos un pouco de medo na entrada a Estambul, ese tráfico é terrorífico e impresionante! Novamente grazas
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