 
Andrés Mourenza
Silivri (Turquía)
El Partido de la  Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado) del primer ministro  turco, Recep Tayyip Erdogan, y la oposición kemalista -formada por  partidos laicos, parte del ejército y la judicatura- han intensificado  su sórdida guerra a pocos meses de las elecciones generales.
En el exterior de la macro-prisión de Silivri, a 50  kilómetros de Estambul, se concentran estos días cientos de personas,  muchas de clase alta, para apoyar a los 163 militares imputados en el  juicio contra el supuesto plan golpista Balyoz, entre ellos varios  comandantes en activo y oficiales de la OTAN. "El ejército y la nación, juntos de la mano, por una  Turquía independiente" y "Todos somos soldados, nos bastamos para  terminar con el AKP" corean los manifestantes, armados con la bandera  turca y retratos de Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la República.
         Según la fiscalía, los altos cargos castrenses acusados  en el proceso Balyoz (Mazo) habían planeado atentar contra dos  mezquitas de Estambul y forzar una guerra con Grecia para crear un  estado de caos tal que permitiese al ejército tomar el poder. El plan estaría ligado al complot Ergenekon, una red  ultranacionalista formada por militares, académicos, políticos y  periodistas cuyo objetivo sería derribar el gobierno de Erdogan. No es una acusación que se tome a la ligera en Turquía,  un país que ha sufrido cuatro golpes de Estado durante su historia  democrática.
      En el juicio, los 163 imputados, rodeados por gendarmes  en el medio de la sala, tratan de comunicarse con sus familiares  mediante gestos, escenas que recuerdan los procesos colectivos tras el  golpe de 1980, pero, a diferencia de entonces, esta vez son los  militares quienes se sientan en el banquillo. "La Justicia actual ya no es Justicia. (El AKP) ha dado  un golpe de estado civil y ha creado un Estado basado en el miedo",  critica el abogado Kadir Bakoglu, quien recuerda su paso por prisión  tras el golpe de 1980 para demostrar que no es un "golpista". 
    
Las detención de una docena de periodistas en el caso  Ergenekon en las últimas semanas ha incrementado las críticas sobre el  proceso, incluso por parte de analistas e instituciones que en el pasado  defendieron al gobierno de Erdogan.
         El lunes (14 de marzo), un diputado del Partido Republicano del  Pueblo (CHP, el mayor de la oposición) pidió al fiscal de la  investigación, Zekeriya Öz, que no haga política en los tribunales y "se  presente a las elecciones por el AKP", después de que llamase a  declarar a dirigentes del partido kemalista. La petición del fiscal se produce debido a que una de  las periodistas imputadas en Ergenekon fue presuntamente acosada por  el ex líder del CHP Deniz Baykal, quien se vio obligado a dejar la  presidencia de la formación el pasado año tras la publicación de un  vídeo sobre sus relaciones extramatrimoniales. El partido ha denunciado el caso como un "complot" para  perjudicarle en las elecciones de junio, pero la prensa  progubernamental asegura que demuestra la conexión entre Ergenekon y el  CHP.
      La oposición denuncia que tras la investigación sobre Ergenekon está la  cofradía religiosa de Fethullah Gülen -un imán turco exiliado en EEUU y  cercano al AKP- cuyos miembros se habrían infiltrado en la policía. Ésta es la tesis sostenida por el periodista Ahmet Sik y  el jefe de policía Hanefi Avci, ambos imputados en Ergenekon tras  escribir libros sobre Gülen.
   En Turquía ya nadie está seguro de la investigación:  ¿Hay que fiarse de la Fiscalía? ¿O el gobierno trata de implicar a la  oposición de cara a las elecciones? ¿O son los militares quienes falsean  pruebas para que parezca una treta del ejecutivo destinada a deshacerse  de los opositores y así desacreditar toda la investigación? El rizo se puede rizar ad infinitum pero éstas son las preguntas que se hace cada día la prensa turca.

   
Un miembro local del AKP en Estambul reconoce que, en Turquía, se está librando "una verdadera guerra" por el poder. Para los favorables a Erdogan, su batalla es por la  completa democratización del Estado contra las veleidades golpistas de  los opositores, mientras que para los kemalistas se trata de luchar  contra el creciente autoritarismo del primer ministro y sus supuestas  intenciones de islamizar la sociedad.
El problema es que ninguno quiere atender a las razones del contrario y parece dispuesto a utilizar todo tipo de estratagemas para sobreponerse a sus adversarios.
------------
Fotografías: Protestas de asociaciones kemalistas y militares retirados en el exterior de la prisión de Silivri, durante la celebración de una de las sesiones del juicio del caso Balyoz el pasado 14 de marzo (Autor: Andrés Mourenza)
 
 
 
 
 
 
 
 Entradas
Entradas
 
 


No hay comentarios:
Publicar un comentario