Estambul
“Están envenenando el agua de los pozos. Han cortado la electricidad. Falta harina y los hornos de pan han cerrado”. Habla con la voz apresurada y el miedo de la huída. De espaldas a la cámara, para preservar su identidad. Sólo tiene 16 años y es uno de los cientos de sirios que ha escapado de la represión del régimen de Bashar el Asad tras la muerte de 120 miembros de las fuerzas de seguridad en la localidad de Yisr al Shogur, a 20 kilómetros de la frontera turca.
Ayer a mediodía, cuando la cadena turca NTV habló con este joven, otros cincuenta miembros de su familia trataban de ganar territorio turco para ponerse a salvo de las represalias. Durante la noche del martes al miércoles, 122 personas entraron en Turquía y otras 47 lo hicieron a lo largo del día. Tres de los nuevos refugiados estaban heridos y fueron trasladados a un hospital de Antakya, la capital de la provincia de Hatay, uniéndose a los 34 sirios que están siendo tratados ya en los hospitales de esta provincia fronteriza con Siria.
Las televisiones turcas, además, mostraron imágenes de grupos de sirios al otro lado de la frontera, que aguardaban entre los arbustos a que las autoridades turcas les dieran permiso para cruzar la frontera. Según la agencia de noticias Cihan, entre 300 y 350 sirios esperan en la frontera. Algunos cantaban eslóganes a favor del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, por si ello pudiese facilitarles la entrada. “Siria debe cambiar su actitud hacia los civiles y debe adoptar un nivel más tolerante lo antes posible”, advirtió Erdogan, aunque aseguró que “Turquía no cerrará la puerta a sus hermanos sirios”.
Antes de las llegadas de ayer, unos 450 sirios se habían refugiado en Turquía, de los que unos 200 regresaron a su país. Pero testigos de la provincia de Hatay, aseguran que, a cada día que pasa, aumenta el número de refugiados sirios que trata de penetrar en Turquía. “Estamos preparados para recibir más refugiados”, aseguró el ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu. De hecho, el campamento de refugiados en el que están siendo internados, ha sido ampliado para acoger a 3.500 personas y los vecinos han comenzado a recolectar mantas y pan para ayudar a los recién llegados. “Desde el día que comenzaron las protestas estamos preocupados. Tenemos muchas relaciones comerciales con los sirios e incluso relaciones de parentesco. No vamos a dejarlos solos en estos momentos de dificultad”, afirmó Abdurrahman Sönmez, un comerciante de Antakya.
Mientras tanto, la matanza de Yisr al Shogur continúa rodeada en el misterio. El adolescente entrevistado por NTV asegura que todo comenzó el viernes, cuando los soldados dispararon contra la multitud que protestaba e hirieron a tres personas. Al día siguiente mataron a uno de los manifestantes. Algunos de los heridos que se encuentran en Turquía aseguran que les dispararon desde los helicópteros y tuvieron que huir de la localidad. Pero el gobierno de Damasco asegura que los 120 policías muertos fueron víctimas de una emboscada de grupos islamistas radicales. Sin embargo, la tesis que cobra más fuerza es que se trató de miembros de las fuerzas de seguridad que se negaron a disparar contra el pueblo, especialmente porque algunos de los refugiados en Turquía son soldados. Lo que sí es seguro es que la venganza del régimen será terrible.
Rami Abdulrahman, del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, avisó de que miles de soldados han sido desplazados hacia Yisr al Shogur: “La mayoría de la gente ha abandonado el pueblo porque tiene miedo. Temen las operaciones militares. Están huyendo a los pueblos fronterizos con Turquía”.
“Están muy preocupados, quieren escapar a Turquía”, explicó un ciudadano turco con familia en Siria: “Dicen que en el noreste los incidentes se están volviendo más violentos. Si aumenta la violencia en Alepo, vendrán más refugiados”.
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