Tocado con un sombrero cordobés parecería un señorito andaluz, aunque el exembajador español en Turquía Joan Clos lo definía ideológicamente como similar a los políticos de CiU de la Catalunya interior. Ali Babacan (Ankara, 1967), viceprimer ministro del Gobierno islamista moderado del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), personifica la nueva élite de Turquía: buen alumno, educado en EEUU y propietario de una empresa familiar que se ha internacionalizado en la misma medida en que su país ha ido ganando peso como potencia regional.
«La economía es uno de los mayores éxitos de nuestro Gobierno», dice sonriente y con la seguridad de ser uno de los padres del milagro económico turco. Compaginando recetas neoliberales, un control reforzado sobre los bancos, una economía diversificada y ciertas medidas sociales, el país euroasiático ha registrado en los últimos años tasas de crecimiento superiores al 6 % y se ha recuperado rápidamente de la crisis financiera mientras otras economías quebraban a su alrededor. La democratización del país y su apertura al exterior han atraído millones y millones de dólares en inversiones extranjeras.
Así pues, la mayoría de los turcos votará con la mano en el bolsillo en las elecciones de hoy, en las que el AKP es claro favorito. «Desde que el AKP está en el poder todo ha mejorado para los comerciantes y los autónomos. Los bancos estatales nos dan créditos al 0% de interés», explica Selati Gursoy, un pequeño empresario de 54 años.
PERFIL DE COMERCIANTES / Desde hace siglos, los turcos se han caracterizado por ser un pueblo comerciante y en cualquier ciudad del país es difícil ver una calle cuyos bajos no estén ocupados por cualquier tipo de tienda. Por eso es tan importante contar con su voto, como bien sabe el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan.
El Gobierno del AKP también ha estimulado el consumo. «Yo no soy una persona que necesite lujos –asegura Gursoy, mostrando sus viejos pantalones–, pero hoy en día puedo tener dos teléfonos móviles y una televisión de plasma. Turquía va bien y creo que aún irá a mejor». Uno de los lemas electorales del Gobierno es Ahora puedo comprar una casa como si pagase un alquiler puesto que durante sus dos legislaturas ha promovido la construcción de vivienda para las nuevas clases medias a través de la empresa pública TOKI.
Ahmet Gül, guía turístico, también ha visto c ómo el número de visitantes en su país crecía hasta los casi 30 millones al año gracias a «la buena gestión». «Las calles están arregladas y limpias; los monumentos han sido restaurados», opina. Este hombre, licenciado en Ciencias Políticas, se declara maravillado por los grandes proyectos del Gobierno: nuevos centros urbanos, nuevos polos industriales, un nuevo estrecho artificial del Bósforo. En la nueva Turquía de Erdogan, todo tiene que ser nuevo y brillante. Es su imagen del desarrollo.
El Gobierno insiste en que también ha reducido la pobreza: si en el 2002, un 30% de la población vivía con menos de tres euros diarios, ahora son solo el 4%. Sin embargo, es cierto que el crecimiento económico ha llevado también a un alza de precios por lo que las cifras pueden resultar engañosas.
Igualmente, los sindicatos se quejan de la poca atención que ha dedicado Erdogan a los obreros, tal y como denunciaban en una pancarta los trabajadores despedidos este año de la fábrica MAS DAF: «No queremos proyectos faraónicos, sino trabajo, pan y justicia». Al mismo tiempo el Gobierno promueve la desregulación económica para atraer a los inversores e incrementa su presión en otros campos. «Tenemos que encontrar un equilibrio entre las libertades y preservar nuestros valores. A fin de cuentas somos un partido conservador», dice Babacan.
IMPUESTOS AL ALCOHOL / Es de lo que se queja Hussein, propietario de un pequeño colmado de bebidas alcohólicas, que ha visto cómo Erdogan subía los impuestos al alcohol y al tabaco. «¿Cómo se puede permitir fumar o beber una persona que cobra el salario mínimo [252 euros]?».
«Entre el Erdogan de las elecciones del 2007 y el del 2011 hay serias diferencias. Se ha vuelto más conservador y ha dado pasos atrás en los temas de la democracia, la libertad, los kurdos y las relaciones entre política y militares», opina el columnista del diario Milliyet Hasan Cemal. Este conservadurismo y una creciente intolerancia de Erdogan a las críticas –mucho más que su supuesta agenda islamista– ha sido lo que ha alejado a los intelectuales más liberales del AKP, una formación política que, no en vano, es miembro observador del Partido Popular Europeo.
--------
UNA DÉCADA DE CAMBIOS
Entre los años 2000 y 2001, Turquía vivió una dura crisis económica que le obligó a reestructurar su sistema financiero aunque tras la llegada de Erdogan al poder en el 2002 ha vivido una época de estabilidad. En línea con las exigencias de la UE, el AKP ha llevado a cabo reformas democratizadoras, ha reducido el poder de los militares y ha facilitado la apertura de medios de comunicación en lengua kurda. Aunque su enmienda para permitir el uso del velo en la universidad fue anulada por los jueces, actualmente las restricciones se han liberalizado. El año pasado aprobó una revisión constitucional que incrementa la influencia de la mayoría parlamentaria sobre los órganos rectores de la justicia.
POCAS MUJERES
A pesar de que el parlamento saliente ha sido el que más mujeres ha tenido de la historia de la democracia turca su número aún es exiguo: 50 de 550 parlamentarios. En estas elecciones, los partidos políticos han reducido el número de candidatas y, entre los tres principales partidos, sólo 7 mujeres son cabeza de lista. En Turquía, apenas tres de cada diez mujeres trabajan fuera del hogar. Aún así, la patronal está dirigida por una mujer y varias mujeres han desempeñado importantes cargos en la Justicia.