Kastanies, 6 de mayo
El pueblo de Kastanies está desierto. El policía de la aduana griega, desganado, me ha dicho que siga adelante si quiero encontrar un taxi. Arrastro la maleta bajo el sol de la Tracia, pero no hay signos de vida en esta parte de la frontera.
Continúo caminando y encuentro un supermercado abierto pero completamente vacío. Después de acechar yo un rato en la puerta del supermercado, una señora que parecía escondida tras de una mata de buganvillas, aparece en la lejanía y viene hacia mí gritando: Parakaló?
“Pa la caló, lo mejor la sombra”, pienso yo, y permanezco bajo el toldo del supermercado, esperando a la dueña. Le explico que necesito un taxi para ir a Atenas. “No sé”. Insisto y la buena mujer se queda pensativa... [Estas son las cosas que me joden de la Unión Europea: en Turquía, en el Cáucaso, en Oriente Medio, si no hay taxi alguien se lo inventa. Sabes que jamás te van a dejar tirado] ...cuando termina de pensar, la mujer repara en una pegatina de la cristalera de una tienda vecina. Es un número de taxi. Llama por mí, me dice que espere y desaparece. Kastanies tiene el aspecto de un pueblo andaluz a la hora de la siesta.
* * *
Costas Teofanidis se lleva las manos a la cabeza cuando le digo que quiero llegar hasta Atenas en taxi. “Deka kilometro, deka evro”. Vaya. Hasta la capital son mil euros y yo no llevo suelto.
Nos montamos en el vehículo. “¿De dónde eres?”. “Coruña”. “¿La Coruña? ¿Deportivo La Coruña?”. Los anti-futboleros dirán lo que quieran, pero La Liga española ayuda a romper el hielo y, en ocasiones, San Messi me ha sacado de más de un apuro en los controles policiales y militares.
El taxista, que es de Orestiada, una moderna ciudad situada sobre un asentamiento creado según la leyenda homérica por el héroe mitológico Orestes, me explica la situación en griego gesticulante. De su discurso entiendo aeroplanós, Alexandrópolis y una palma de la mano despegando de la otra. “Pero, ¿las huelgas?”. Ayer los aviones no despegaron a causa de las protestas contra el draconiano plan de austeridad del gobierno Papandreu. Hoy, presumiblemente, continuaban. De otro modo no me hubiera lanzado a esta aventura por tierra.
“Alexandrópolis, aeroplanós”, insiste él y escribe en un papel: “Atenas, 1.000 euros. Thesaloniki, 500 euros. Alexandroupoli: 140-150 euros”. Pues nada, ¡qué se le va a hacer! Vamos para Alexandrópolis.
El hombre se ríe y me da palmadas. Es un cachondo. “¡Deportivo La Coruña! Ja, ja, ja, ja”. Yo creo que quiere decir: No estás tú tonto si pretendes ir hasta Atenas en taxi.
-Endaxi? -pregunta.
-Endaxi
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