Andrés Mourenza
Hoy (27 de mayo) se cumplen 50 años del primer golpe de Estado que sacudió a la democracia turca, un acontecimiento cuyos efectos aún son debatidos en un país en el que los encontronazos entre el Gobierno y el Ejército están a la orden del día.
A las 4:36 de la madrugada del 27 de mayo de 1960, el joven coronel Alparslan Türkes radiaba un mensaje a la nación informando de que unidades del Ejército turco se había rebelado contra el Gobierno del conservador Adnan Menderes. Fue el comienzo de una asonada promovida por mandos militares de escala media y baja, en su mayoría acérrimos defensores del laicismo y marcados con una pátina izquierdista, a excepción de Türkes que, con el paso del tiempo, se convertiría en el líder del ultranacionalismo turco.
Los golpistas impusieron una junta militar que cambió la Constitución y devolvieron el poder a los civiles tras 17 meses. El punto más oscuro de esta historia fue el juicio farsa y el posterior ahorcamiento por "traición a la patria" de Menderes y dos colaboradores, en la isla de Imrali donde hoy cumple cadena perpetúa Abdullah Öcalan, fundador del grupo armado kurdo PKK.
Por eso hoy, en el 50 aniversario de la asonada, un centenar de intelectuales, periodistas y familiares de las víctimas, convocados por la organización antimilitarista Jóvenes Civiles viajaron en barco hasta la isla Yassiada, donde se juzgó a Menderes, para celebrar un juicio simbólico a los golpistas. "Instamos al comandante de las Fuerzas Armadas y a todos aquellos políticos, periodistas, intelectuales, famosos, empresarios que calificaron el golpe de 'revolución', a pedir perdón a las víctimas del 27 de mayo y a todos los ciudadanos que pagaron por vivir bajo la custodia de los militares", se exigió en un comunicado.
De hecho, en mayo de 1960 mucha gente tomó las calles de las principales ciudades para festejar la caída del Gobierno democráticamente elegido. "Para entender por qué se produjo tal explosión de júbilo en las calles, hace falta recordar que el Gobierno de Menderes se convirtió en despótico a finales de los años cincuenta", escribió hoy el periodista Can Dundar en las páginas del diario "Milliyet".
Al actual primer ministro, el islamista moderado Recep Tayyip Erdogan, le gusta compararse con los dos grandes políticos liberal-conservadores de la democracia turca: Turgut Özal, que gobernó durante los años 80; y el propio Adnan Menderes. También a los enemigos de Erdogan les agrada esta comparación, pues le acusan de haberse convertido en una suerte de "dictador civil" y algunos incluso sueñan que su Gobierno acabe como el de Menderes.
Diarios de la corriente islamista moderada, como "Zaman", comparan las grandes manifestaciones por el laicismo y contra Erdogan que recorrieron Turquía en 2007 con las que precedieron al golpe de 1960, en las que los manifestantes coreaban el eslogan "Estudiantes y soldados, juntos de la mano". Esas manifestaciones de 1960 estuvieron influidas por los sucesos de Corea del Sur y la caída, en abril de ese mismo año, del autócrata Syngman Rhee, ya que desde la Guerra de Corea (1950-53), en la que participó un contingente de soldados turcos, se habían establecido fuertes lazos entre el país asiático y Turquía.
Ahora, Kemal Kiliçdaroglu, el nuevo líder del opositor Partido Republicano del Pueblo ha modificado la postura de su formación -implicada en el golpe de 1960- y ahora asegura que aquel "putsch" fue "vergonzoso".
Los historiadores y politólogos turcos discuten hoy en las páginas de la prensa los beneficios y perjuicios que trajo el golpe. En 1961, la Junta golpista redactó una nueva Constitución que resultó ser la más moderna y democrática de las que ha gozado Turquía, ya que reconocía el respeto de los derechos humanos, instituía el Tribunal Constitucional y abría la puerta al Estado social, entre otras medidas. Sin embargo, esta Carta Magna fue anulada tras la asonada de 1980 por otra Junta Militar, que redactó la actual Constitución, mucho más conservadora, que aún sigue en vigor y cuya reforma será votada en referéndum el próximo 12 de septiembre.
Los detractores del golpe, en su mayoría liberales e islamistas moderados, alegan que provocó un distanciamiento con Europa, ya que la entonces Comunidad Económica estaba examinando en ese momento la petición de Menderes de que Turquía se uniese al club europeo. De lo que no cabe duda es que el golpe de 1960 abrió la puerta a sucesivas intervenciones militares en la política turca en las siguientes décadas (1971, 1980 y 1997), de las que el país aún no se ha recuperado completamente.
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