Andrés Mourenza
Yüksekova, una localidad situada allá donde se unen Turquía, Irán e Irak, es una tierra de frontera en el más estricto sentido de la palabra: sus gentes, en medio de la cruel guerra entre rebeldes kurdos y soldados turcos, sobreviven sólo gracias al contrabando.
"Anda, tráenos té. Pero que sea 'de verdad', no de contrabando", ordena un agente de policía. En la región kurda de Turquía, en lugar de aquel de las provincias norteñas, se consume el té producido en Sri Lanka que llega de contrabando hasta el país euroasiático por la antigua Ruta de la Seda, ahora reconvertida en moderna ruta de la energía, las migraciones y el tráfico de estupefacientes.
El té de contrabando -al que se llama así sin ningún rubor- es fuerte y amargo, de un amargor similar a las vidas de los habitantes de Yüksekova.El desempleo está generalizado (las cifras oficiales lo sitúan en torno al 20 por ciento, otros cálculos lo elevan por encima del 50 por ciento), los jóvenes abandonan temprano sus estudios y la emigración a las grandes ciudades es una sangría para la región. Yüksekova es también uno de los puntos calientes de la guerra desatada en 1984 por la insurrección del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) -que por el momento se ha cobrado unas 45.000 vidas- lo que impide las inversiones estatales y el desarrollo económico.
El ejemplo es la historia que todo el mundo cuenta sobre la única fábrica fundada en la provincia. Al poco de abrir se vio obligada a cerrar, según unos por amenazas del PKK, según otros por presión de las autoridades turcas. "El Estado no invierte porque nos considera a todos miembros del PKK. Así que no hay trabajo y por eso no nos queda otra solución que el contrabando", se defiende Yusuf.
Heroína, tabaco, té, azúcar, arroz... son algunas de las mercancías que atraviesan la frontera engordando el comercio ilegal. "En Yüksekova todo es de contrabando", sintetiza el hombre.
El entoldado de paja bajo el que se sienta Yusuf está rodeado de botellas de plástico y bidones rellenos de un líquido anaranjado, es el producto estrella del contrabando: la gasolina. "Pasamos en coche a Irán y compramos gasolina y gasóleo. Vendemos unos 20 litros al día y sacamos unas 10 liras limpias (menos de 5 euros)", relata el contrabandista.
Los traficantes de Yüksekova cruzan la frontera a través de un paso que no existe en los mapas: el cruce de Semdinli, donde un camino entre montañas lleva al país vecino sin el ojo vigilante de las aduanas. "A veces te pilla la policía y te requisa el material. A veces te ponen una multa. Hace unos días, los militares mataron a tiros a uno que traficaba cigarrillos", se queja Yusuf. Para redondear estos magros beneficios, algunos cargan el maletero del trayecto de ida con bebidas alcohólicas, prohibidas en el país de los ayatolás.
El paso fronterizo de Esentepe es, además, uno de los puntos que atraviesan los camioneros iraníes cargados de variadas mercancías con destino a Siria y uno de los lugares por donde los emigrantes ganan el suelo turco como un paso más hacia Europa. "Muchos traficantes dejan a los inmigrantes en las colinas de Irán y les dicen: 'allá está Turquía' sin importarles que para llegar tengan que atravesar una zona minada y guardada por los soldados iraníes y turcos. Es cruel, pero así es como ocurre", explica un gendarme.
Sin duda, otro producto de enriquecimiento importante, aunque pase por canales ocultos, es la heroína afgana, ya que Irán y Turquía son una de las puertas de la 'dama blanca' hacia Occidente. ¿Quién controla este mercado? ¿La guerrilla kurda o militares corruptos? Hay quienes afirman que el contrabando sirve para financiar al PKK, como explica un oficial de la Policía Nacional de Turquía e indican los informes de diversos servicios de inteligencia.
Sin embargo, se sospecha que también algunos grupos dentro del Ejército utilizan la droga para enriquecerse ilícitamente, asegura un activista de derechos humanos de Yüksekova desde el anonimato. "Si no estás compinchado con el Ejército es imposible traficar con cosas 'importantes'", argumenta. De hecho, en 1996 se desarticuló la llamada Banda de Yüksekova, dirigida por tres altos oficiales del Ejército, que se dedicaba al contrabando de armas y droga.
Entre las destartaladas calles de Yüksekova se pasean rancheras americanas y todoterrenos de elevado precio, una muestra de que en el negocio del contrabando también hay clases. Yusuf se lamenta de su suerte como traficante de poca monta, pero no le queda más remedio que seguir cruzando fronteras, llenando bidones y estafando al Estado: "Mi vida está en esas botellas, en botellas de coca-Cola o fanta vacías y rellenas de gasolina de contrabando".
Fotos (Andrés Mourenza /EFE) extraídas de Lainformación.com y yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario