Eran en torno a las 9 de la mañana del pasado miércoles cuando las fuerzas militares de Hakkari recibieron la noticia de la presencia de miembros del grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en la carretera que une las localidades de Hakkari y Çukurca. Se trata de una zona, a escasos kilómetros de Irak, de escarpados desfiladeros que conectan, pico a pico, con los montes Kandil, ya en la frontera entre Irán e Irak, y que vive en un estado de total confrontación entre la población kurda local y las fuerzas militares turcas allí estacionadas.
Cuando acudieron los dos primeros blindados del Ejército los guerrilleros kurdos hicieron detonar sendos explosivos aunque sólo consiguieron alcanzar a uno de los vehículos. Al recibir la noticia, un convoy militar con apoyo de helicópteros Sikorsky acudió al lugar, donde los militantes del PKK tenían preparada la emboscada: volaron por los aires otro blindado BTR de 5 toneladas, matando a todos sus ocupantes. En total 9 solados fallecieron y 11 resultaron heridos. Al día siguiente, en la provincia vecina, Siirt, hubo dos nuevos atetandos: 2 gendarmes murieron y 4 civiles resultaron heridos.
La audacia del ataque indica la determinación del PKK, que en el último mes ha acabado con la vida de más de una treintena de miembros de las fuerzas de seguridad. Cada día, desde el sudeste (aunque ocasionalmente también de algunas zonas montañosas de las regiones del Mediterráneo Oriental y el Mar Negro, donde el PKK ha logrado infiltrar comandos) llegan noticias de nuevas emboscadas, atentados o secuestros. Según el diario conservador Zaman otras de las razones son las filtraciones de los servicios secretos turcos, que ponen en peligro la seguridad de las operaciones militares en la zona.
“A partir de ahora se han terminado las palabras. Nuestra paciencia de Ramadán se ha acabado. Ha llegado el momento de actuar. Jamás rendiremos estas tierras a los miembros de la organización terrorista y separatista”, respondió el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, al ataque. Y el contraataque no se hizo esperar: los cazas turcos volvieron a penetrar en espacio aéreo iraquí para bombardear las posiciones del grupo en las montañas Kandil y otras áreas de la frontera turco-iraquí. “Nos esperábamos el ataque, no ha sido una sorpresa. Cada año hay ataques aéreos y nosotros somos un movimiento guerrillero con 30 años de experiencia. Además, no lograron causarnos bajas”, aseguró un militante del PKK a la agencia pro-kurda Firat.
El conflicto kurdo está entrando en una nueva espiral de violencia y eso que, tan sólo hace dos años, parecía posible llegar a un acuerdo de paz. El gobierno y Abdullah Öcalan, el líder histórico del PKK que permanece encarcelado desde 1999, anunciaron sus hojas de ruta; se otorgaron nuevos derechos a los kurdos y miembros de la guerrilla regresaron a territorio turco para reintegrarse en la vida política. Pero la presión de los sectores turcos más nacionalistas –entre partidos políticos, jueces y militares-, la lentitud del gobierno y el maximalismo de los nacionalistas kurdos impidieron aprovechar la oportunidad. Aún así, las negociaciones continuaron al máximo nivel y el jefe de los servicios secretos turcos, Hakan Fidan, se entrevistó con Öcalan.
Sin embargo, el llamado “Juicio KCK”, por el que han sido imputados decenas de representantes electos kurdos acusados de mantener vínculos con el PKK, y el hecho de que la Justicia haya impedido la excarcelación de 5 candidatos del Partido de la Paz y la Democracia (BDP) elegidos diputados en las elecciones del pasado 12 de junio –y que, por tanto, gozan de inmunidad parlamentaria- ha tensado el ambiente. Los miembros del BDP se han negado a recoger el acta de diputado y el pasado 14 de julio anunciaron una autonomía de facto para el Kurdistán turco. La decisión no tuvo trascendencia práctica alguna sino la de tensar aún más la cuerda con Ankara, precisamente el mismo día que el PKK mataba a 13 soldados en una emboscada en la localidad de Silvan (provincia de Diyarbakir), el mayor ataque de los rebeldes kurdos desde 2008.
Erdogan respondió al BDP asumiendo las tesis de los nacionalistas más reaccionarios -“En este país no está permitido hablar de autonomía”- y les acusó de seguir los dictados del PKK. Para tratar de ganar puntos, Öcalan envió entonces un mensaje al gobierno: “Nadie, aparte de mí mismo, puede lograr que el PKK deje las armas. Si me dejáis, puedo lograr solucionar el tema en una semana. Si no, los combates serán 10 veces más duros que el de Silvan”. A cambio de su mediación, exigió que se le pusiese en libertad.
Sin embargo, sólo unos días después, en un gesto que aún extraña, el histórico líder kurdo anunció que abandonaba todo intentos de mediación pues se sentía “utilizado” tanto por el gobierno de Ankara como por el actual mando del PKK en Kandil. Desde entonces las autoridades turcas han impedido la visita de los abogados de Öcalan y la pasada semana, la Justicia inhabilitó durante un año a 4 de sus letrados. Ankara ha quemado los puentes con el dirigente del PKK con mayor capacidad para lograr una tregua.
“¿Por qué el PKK ha vuelto a atacar al Estado?”, se pregunta el veterano columnista Can Dundar: “¿Pretende así reforzar la posición de Öcalan? ¿O es que ahora el PKK actúa fuera del control de Öcalan?”. De hecho, muchos son los analistas que diferencian dos corrientes dentro del PKK: la llamada ‘turca’, más favorable a llegar a un acuerdo con Turquía, y la que conforman los kurdos de Siria, partidarios de la guerra total, aunque sea contra Ankara y no contra Damasco, que reprime a los kurdos aún con más crueldad.
Aunque las señales que envía el gobierno de Ankara indican que la lucha se recrudecerá –con las consecuencias negativas que tendrá para la convivencia entre turcos y kurdos- Erdogan ha prometido que la acción antiterrorista “respetará los estándares democráticos y el estado de derecho”. La oposición socialdemócrata ha prometido apoyo al gobierno en la lucha antiterrorista, mientras que los ultranacionalistas turcos han pedido que Kandil sea “reducido al polvo”. “Algunos creen que se volverá a la década de los 90 –el peor periodo del conflicto kurdo, con continuas violaciones de derechos humanos- pero no es cierto. Continuará la democratización de Turquía al mismo tiempo que se lucha de forma más efectiva y no contra el pueblo (kurdo), sino sólo contra el PKK”, asegura Yalçin Akdogan, diputado del partido gobernante.
“Algunos están llamando a la guerra civil en Turquía. Si no comienzan de nuevo las negociaciones (con Öcalan) habrá peligro de guerra”, amenazó el presidente del BDP, Selahattin Demirtas: “Los que ordenan bombardear (en Irak) saben bien que el problema kurdo no está en Kandil, sino en Estambul, Diyarbakir y Batman y saben también que no lograrán sus objetivos”.
“Estamos a punto de rendirnos a la violencia. A pesar de todo creo que no debemos hacerlo”, escribió la periodista progresista Nuray Mert, muy implicada en el tema kurdo: “Si el Estado quiere, no hay duda de que podría barrer cualquier levantamiento. Pero esta vía ya se ha probado y los resultados son que aumentan la ira y los funerales”.
(Versión ampliada de un artículo escrito para El Periódico y publicado el pasado sábado)
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