06 junio 2008

La patria del tulipán (El Periódico)

ANDRÉS MOURENZA ESTAMBUL

Los plantaron, florecieron y desaparecieron. Una de las estampas más bellas de Estambul en abril es la de la ciudad cubierta por el colorido manto rojo, naranja, violeta, amarillo o azul de los espigados tulipanes entre mezquitas y palacios, que hacen recordar el esplendor de la antigua capital otomana. Pero es una imagen fugaz: los tulipanes solo florecen una vez al año y sus bellos pétalos se marchitan en poco más de dos semanas. "La flor dura entre 15 y 20 días, luego recogemos los bulbos y los devolvemos a los viveros, hasta el año que viene", explica el jardinero Sükrü mientras arregla los jardines en torno a la estatua del omnipresente Atatürk en la plaza de Taksim. "Ahora plantamos begonias, que duran más", añade. El resurgir de esta flor forma parte de un proyecto de la municipalidad del Gran Estambul para recuperar la ciudad como capital de los tulipanes. Porque, a pesar de que el país más conocido por su cultivo es Holanda, donde se venden por millones en fechas como el Día de los Enamorados, y aunque su origen es Asia Central, Estambul podría ser considerada la gran patria del tulipán. Bulbos por cebollas Fue en la ciudad del Bósforo donde un holandés, Oghier Ghislain de Busbecq, embajador ante el sultán Suleimán, decidió exportar el tulipán a los Países Bajos en 1554. Allá, en un principio, se tomaron sus bulbos por cebollas y se dice que algunos llegaron a engullirlos, pero pronto se convirtió en objeto de preciado culto. Tanto que la especulación por los ejemplares más bellos, conocida como tulipmanía, provocó una grave crisis económica en el siglo XVII, según contó un periodista escocés en el libro Extraordinarias desilusiones populares y la locura de las masas, varias centurias después. Soy un blanco tulipán / Te digo que existo / Que me sujetes entre tus manos / Moriré si te vas. El tulipán ha jugado un papel importantísimo en la cultura turca y le han dedicado canciones y poemas desde los más exquisitos rapsodas de la corte del sultán a las tonadilleras de las tabernas. Una de las razones que subyacen en esta adoración son las cualidades sagradas que se atribuyen al tulipán: su nombre (lale) escrito en caracteres arábigos se asemeja a Alá (Dios) y a hilal (el cuarto creciente, símbolo de los pueblos de origen turco y más tarde del islam). Incluso su sonido recuerda a la musicalidad de la primera parte de la sahada o profesión de fe islámica: La ilaha ila Alá (No hay más Dios que Alá). Como ejemplo de la unicidad divina, que preconizan las religiones del Libro, el tulipán crece de un solo bulbo, con un solo tallo y produce una sola floración. "Los tulipanes se regalan a las personas que quieres. El tulipán es un símbolo nuestro y de nuestro folklore. Es una cuestión de respeto a nuestra cultura", afirma Gül, una joven estambulí. No en vano, el periodo más floreciente de la cultura otomana (1718-1730) es conocido como la Revolución de los Tulipanes. Hay cuestiones más pragmáticas tras la resurrección de los tulipanes en Estambul. "El tulipán es ya un valor económico. Según nuestros cálculos, en unos años podremos dar trabajo a 230.000 personas en el sector del cultivo de tulipanes", explica el alcalde de la ciudad, Kadir Topbas. Holanda exporta cada año tulipanes por valor de 6.600 millones de euros y los turcos no quieren ser menos. Simposios y concursos Para lograr arrebatar a los holandeses el título de país de los tulipanes, el Ayuntamiento de Estambul ha plantado este año nada menos que 12 millones de bulbos (con una inversión de 1,5 millones de euros), que se suman a otros tantos plantados a partir del 2004. Además, se han organizado simposios, concursos de plantación o certámenes de escultura, todos ellos con el tulipán como tema central. Según Topbas, en el 2010, cuando Estambul será la capital europea de la Cultura, el tulipán debe haberse convertido en el símbolo de la ciudad. De hecho, el logo oficial de la Oficina de Turismo de Turquía es, desde hace unos años, un tulipán. Pero aún queda mucho por hacer para recuperar la flor perdida durante tantos años de las calles de la antigua capital otomana. En su periodo de esplendor, los jardineros de palacio cultivaban más de 200 variedades de tulipán, de las que la mayoría se han perdido. La señora Beyhan, que contempla los jardines que hasta hace unos días estaban cubiertos de tulipanes y ahora de begonias, dice: "Queremos que los tulipanes vuelvan a Estambul, porque su floración produce mucha expectación y cuando aparece te llena de alegría". Aunque, como muchas otras, sea una alegría efímera.

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