Estambul, 6 de mayo
Ergün se parece a Manuel Manquiña y fuma con boquilla. Si no fuese por esa nariz, abultada como las del Mar Negro, podría haber actuado en Airbag. Además es taxista.
Pero esa nariz no es del Mar Negro. En realidad, Ergün viene de Grecia. Sus abuelos, como tantos otros turcos, fueron expulsados de Iskeçe (hoy Xanthi), en la Tracia griega, durante las Guerras Balcánicas y la Primera Guerra Mundial. Estos turcos deportados, que llegaron a un Estambul en ebullición, fueron quienes dirigieron el Imperio Otomano en decadencia y vigilaron los primeros pasos de la República. No es justificable, pero sabiendo ésto se entienden mejor aberraciones como las deportaciones y matanzas de armenios de 1915 y el intercambio de población entre Grecia y Turquía de 1923. Las órdenes fueron dadas por generales y políticos que habían sido testigos -o incluso la sufrieron en carne propia- de la deportación de cientos de miles de musulmanes de los Balcanes sin que nadie abriese la boca para detenerla.
Los abuelos de Ergün se instalaron en Fener, el antiguo barrio griego. Es una práctica habitual de los refugiados. Pasó en Chipre: los griegos expulsados de Famagusta por el ejército turco, se instalaron en los antiguos hogares de los turcochipriotas de Pafos; ocurrió también en el Cáucaso: los armenios expulsados de Bakú (Azerbaiyán) encontraron refugio en Shusha, cuando otros armenios limpiaron el Nagorno-Karabaj de azerbaiyanos en una sangrienta guerra; y lo mismo hicieron los abuelos de Ergün al encontrar vacíos los hogares de los griegos que escapaban del avance de las tropas de Atatürk.
Hablamos largo y tendido, me ofrece un cigarrillo. Los turcos son buena gente, dice. No tiene la misma opinión de los griegos. Tampoco le voy a culpar por ello, son generaciones y generaciones de historias las que le habrán contado del pérfido vecino. Exactamente las mismas que se oirán en la otra parte. Tamizadas, ambas, por el nacionalismo que destilan los libros de la escuela.
Tiene, también, esa extraña idea de que de España también fueron deportados los turcos que allí vivían. Le contradigo. “Que sí, que sí. Fue hace mucho tiempo”, se emperra él. Confunde a los musulmanes expulsados en 1492 -una pequeña cantidad de los cuales llegó a Estambul y fundó la que ahora llaman Mezquita de los Árabes o Arap Camii- con los turcos otomanos. No es la primera vez que encuentro esa idea flotando por ahí, generalmente entre taxistas o gente de poca instrucción. Creo que tengo que preguntar a alguien de dónde sale.
Llegamos a la estación de autobuses. Un monstruoso complejo de varios niveles y apariencia de un juguete de Lego desgastado. El sol hace brillar los cientos de carteles de colores que anuncian destinos y empresas de autobuses.
Apenas he tenido tiempo de descansar de un viaje agotador de tres semanas por el Cáucaso, y El Periódico me envía nuevamente a cubrir las revueltas griegas. Estoy cansado y tengo la mente embotada (ayer los gitanos de Estambul celebraban la llegada de la primavera, Hidrellez). Voy a Edirne. Desde allí, de algún modo, intentaré llegar a Atenas, efervescente como la Estambul de principios de siglo. Llevo una botella grande de agua y dos chocolatinas.Sopla un viento de primavera. Me encanta este trabajo.
2 comentarios:
Gracias por empezar a contar TODAS las historias, Andrés, hace mucha falta...
Espero que cada dia hayan mas espanoles como tu, Pablo y algunos otros que no miren al turco como EL OTRO, como los que siempre cuentan historias mirando desde un solo lado de la realidad.
En cuanto al mito sobre los turcos expulsados de Espana, no tengas la menor duda que el turco que se refiera a ese drama se refiere al drama vivido por nuestros hermanos judios. Asi de simple.
Buen viaje por el mapa otomano.
Si, yo he pensado lo mismo, que es verdad que los españoles expulsamos a lo turcos, puesto que casi todos los judios turcos eran españoles.
Por eso hay apellidos como Duran en Turquia, que aunque tenga significado, realmente viene del Durán de los apellidos españoles de los judios expulsados.
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