Andrés Mourenza
Estambul
Deraa amaneció ayer (sábado) bajo las bombas. Haciendo caso omiso a las nuevas sanciones internacionales, las fuerzas del presidente sirio, Bashar el Asad, atacaron con artillería pesada la cuna de la revuelta. “Estamos totalmente rodeados. Muchas casas han sido arrasadas. Desde hace 6 días no vemos una ambulancia. Mantenemos los cadáveres en camiones frigorífico, pero muchos otros están tirados en la calle”, explicó un testigo a la cadena Al Jazira.
Asediados por el ejército, sin agua ni electricidad y después de soportar la dura represión de las multitudinarias protestas del Viernes de la Ira –que en todo el país provocaron 62 muertos civiles y 7 de las fuerzas de seguridad-, los vecinos de la sureña Deraa quería ayer enterrar a sus muertos. Sin embargo, al menos 20 tanques y vehículos blindados, con apoyo de helicópteros, penetraron en la ciudad hasta el barrio antiguo, disparando a los rebeldes y asaltando la principal mezquita. Al menos 4 personas murieron, aunque se cree que podrían ser muchos más. Desde mediados de marzo, entre 550 y 600 personas han muerto en la represión de la revuelta.
También hubo noticias de varios centenares de soldados sirios pasándose al bando rebelde, aunque no pudieron ser confirmadas por observadores independientes. Otras fuentes aseguraron que ha habido movimiento de tropas hacia la ciudad costera de Banias y a Duma, a 15 kilómetros de Damasco.
En la capital, un grupo de 50 mujeres se manifestó ante el parlamento con pancartas que exigían al gobierno detener “las matanzas y los asedios”. 11 manifestantes fueron detenidas por la policía, informó AFP. Por otro lado, un centenar de afectos al régimen se manifestó contra Al Jazira acusándola de emitir “mentiras” sobre la situación en Siria y de estar a las órdenes de Israel.
El horror de la represión ha hecho escapar a Turquía a los primeros refugiados sirios. Un grupo de unas 500 personas se congregó en la frontera entre Siria y la provincia turca de Hatay exigiendo que se les dejase entrar al país, aunque finalmente el gobierno turco sólo ha aceptado a 252 de ellos. Visiblemente satisfechos, los refugiados fueron instalados en un campamento que la Media Luna Roja ha establecido con capacidad para 1.000 personas, en previsión de que la crisis humanitaria empeore.
Algunos de los que llegaron a Turquía ni siquiera tenían papeles: “A mi marido le prohibieron salir del país durante cinco años”, explicó su mujer, Serife, que vive en el lado turco de la frontera y esperaba a reunirse con él. “Delante de mi marido mataron a cuatro personas”, denunció la mujer.
El ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, explicó a la prensa que su gobierno “atenderá todas las necesidades de los refugiados hasta que haga falta”, aunque pidió a los sirios que no traten de cruzar la frontera. El gobierno turco se halla en una situación delicada pues mantiene buenas relaciones con Damasco y trata de mediar para suavizar la posición del gobierno de Asad.
En declaraciones a este diario, una fuente confidencial explicó que el ejército turco ha dado órdenes a sus tropas cercanas a la frontera siria de que estén alerta ante una eventual crisis y cargos militares turcos se han reunido con israelíes en los últimos días. Representantes del servicio de inteligencia turco (MIT) también se han entrevistado con el gobierno de Asad.
Sin embargo, desde Moscú le llegó ayer un apoyo a Asad. Rusia tachó de “inaceptable” la aprobación en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU del envío de una misión de investigación a Siria. El Ministerio de Exteriores ruso, en un comunicado, criticó que se utilice la ONU y los derechos humanos “para inmiscuirse en los asuntos internos de países soberanos”.
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