El alza de los precios de los alimentos ha sumido a 44 millones de personas en todo el mundo en la pobreza extrema durante el último año, con lo que el número de aquellas personas que viven con menos de 1,25 dólares al día casi ha alcanzado los 1.200 millones de personas, explica a EFE la directora ejecutiva del Banco Mundial, la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala. Además, de estas personas, más de 900 millones pasan hambre, es decir, 1 de cada 7 habitantes del planeta.
Las crisis económicas suelen ser fantasmas abstractos –cifras, referencias, indicadores ajenos al común de los mortales-. Pero el momento en que la crisis de los números, de las finanzas, golpea en algo tan cotidiano como los alimentos que cada día nos llevamos a la boca, la crisis cobra un componente aterrador.
En abril, el Banco Mundial (BM) informó de un incremento del 36 % de los precios de los alimentos en el último año, llegando a niveles similares a los del máximo histórico de 2008, cuando la combinación de la crisis financiera, las sequías y los polémicos biocombustibles llevaron a una grave crisis alimenticia que, según Okonjo-Iweala, provocó 40 ‘revueltas del hambre’ en todo el mundo.
No es de extrañar, pues, que desde enero los países del norte de África y Oriente Medio hayan vivido nuevas protestas –agravadas por los regímenes despóticos que gobiernan estas sociedades-. Algo que a su vez contribuye a la espiral de precios: las revueltas tienen lugar en una zona rica en recursos energéticos lo que asusta a los mercados en previsión de un corte de suministro, provocando un incremento en los precios de los hidrocarburos y, por consiguiente, elevando el precio de la producción de alimentos.
La directora ejecutiva del Banco Mundial se muestra especialmente “preocupada” por el efecto que esta crisis de los alimentos está teniendo en los Países Menos Desarrollados (LDC), sobre los que la ONU celebra esta semana una cumbre en Estambul. “La clave es que la comunidad internacional les ayude a mitigar los efectos de la crisis de alimentos”, opina Okonjo-Iweala. Según esta directiva, ex ministro de Asuntos Exteriores y Finanzas de Nigeria, se deben crear “redes de protección” en los países más afectados por la crisis de los alimentos, con pogramas de alimentación infantil en las escuelas, protección para las madres embarazadas o iniciativas de pago de salarios a través de alimentos.
El BM también ha creado el Fondo de Respuesta a la Crisis Global de Alimentos, dotado de 1.500 millones de dólares, que, de acuerdo a sus propios datos, ha ayudado a 40 millones de personas. “Una nutrición apropiada no es algo que se hace sólo por el bien de los niños, es algo indispensable para el desarrollo humano de estos países en los próximos años”, afirmó el profesor británico Richard Jolly, ex alto cargo de UNICEF.
Aunque las cifras de crecimiento de los LDC en 2009 se elevaron incluso por encima del 10 %, Okonjo-Iweala reconoce que es “un crecimiento frágil” y que la población de estos países se encuentra “en el filo de la espada” debido a la volatilidad de los precios alimentarios.
Con todo, la directora del BM considera que la solución a los problemas alimenticios del mundo pasa también por estos países. La producción agrícola deberá crecer un 70 % hasta 2050 para poder alimentar a la población mundial, que entonces se habrá elevado a los 9.000 millones de personas, y estos países más pobres aún tienen “grandes extensiones arables” y su agricultura es poco productiva, por lo que hay espacio para la mejora. Sin embargo, según los propios informes del Banco Mundial, la crisis económica ha provocado que, en los países más pobres, se esté produciendo una importante concentración de la tierra en pocas manos, principalmente de grandes corporaciones y, según denuncia la web farmlandgrab.org, también de Estados como China, Reino Unido y Arabia Saudí.
Por ello, parece que tampoco esta oportunidad les servirá a los más pobres para salir de la miseria.
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